Autocontrol, flexibilidad, creatividad y el "justo a tiempo" son los cuatro pilares en torno a los cuales se organiza el sistema Toyota, un método de producción famoso por tener presente el respeto a la dimensión humana a la hora de lograr la reducción de costes junto con el control cuantitativo y de calidad. Sin menoscabo de los restantes, la creatividad, como herramienta de búsqueda de nuevas y mejores ideas, es fundamental para mejorar el rendimiento aunque muchas veces queda en segundo plano en nuestra lucha por incrementar la productividad. Y para muestra este delicioso relato de Jorge Bucay:
"Había una vez un hachero que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que el hachero se decidió a hacer buen papel. El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona.
El hombre entusiasmado salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles. Te felicito- dijo el capataz – sigue así. Animado por las palabras del capataz, el hachero se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente; así que esa noche se acostó bien temprano. A la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque.
A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles. Me debo haber cansado – pensó y decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer, se levantó decidido a batir su propia marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de voltear su segundo árbol. Inquieto por el pensamiento del capataz, el hachero se acercó a contarle lo que le estaba pasando, y a jurarle y perjurarle que se esforzaría al límite de desfallecer. El capataz le preguntó:
¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez? ¿Afilar? No tuve tiempo de afilar, estuve muy ocupado cortando árboles."
Si te fijas, este relato cumple tres de las cuatro premisas citadas en el primer párrafo... Cuando una y otra vez te empeñes en aplicar un método que no acaba de funcionar, recuerda el cuento del hachero.
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