Los formalismos, el peor enemigo de la eficacia

Los formalismos, el peor enemigo de la eficacia
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La empresa tiene una necesidad constante de estandarizar y simplificar procesos y cauces de comunicación mediante la aplicación de protocolos de actuación y vías de comunicación, lo que en muchas ocasiones redunda en ‘formalismos’ que lastran sobremanera la eficacia, al complicar nuestro objetivo de conseguir lo que buscamos al anteponer la forma al fondo de la cuestión que se quiere gestionar.

Aunque esta situación es más propia de una gran empresa que de una pyme, la irrupción de estándares como normas de calidad (todos sabemos cuáles son), gestión y otros aspectos de forma que exigen determinados sellos de ‘calidad’, hacen que suceda con mucha frecuencia.

El problema es que estos formalismos son bien acogidos por la sociedad empresarial, e incluso son vistos como el culmen de la excelencia (o al menos se venden como tales) al intentar hacernos creer que con ello se puede estandarizar y encasillar las distintas contingencias que se pueden presentar en el día a día, con el inconveniente de que se aplican procedimientos demasiado sesgados para problemas heterogéneos e impredecibles.

En consecuencia, las empresas deben plantearse si son necesarios estos formalismos, quedándose solo con las cuestiones positivas, y evitar dejarnos engañar con que el control riguroso de los procesos de producción y de nuestra gestión será mejor cuanto más protocolizados y estandarizados tengamos los procedimientos. Porque la producción, la prestación del servicio y la gestión son ‘algo vivo’ que evoluciona con el tiempo, y lo que tenemos que tratar es de agilizar las gestiones para evitar detenernos por estos formalismos que no nos llevan a ningún sitio.

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Imagen | eusoufamecos

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