Con la crisis económica y el aumento de la incertidumbre en lo que respecta a nuestro futuro en la empresa y la conservación del puesto de trabajo, existe un número creciente de trabajadores que ha decidido de forma unilateral incrementar su 'producción', estirando sus jornadas más allá de las 80 horas semanales, renunciando a su familia, sus relaciones sociales e incluso a su salud.
El diario Expansión se ha hecho eco de este fenómeno, a los que califica de 'trabajadores extremos', un comportamiento que en la mayoría de los casos no consigue los objetivos que se pretende al dilatar en el tiempo las tareas, y conseguir un efecto negativo en la eficacia de estos al reducir los tiempos de descanso, necesarios para que los empleados regresen frescos a su puesto de trabajo al día siguiente.
Dejando a un lado la discusión de si este fenómeno puede llegar a compensar para determinados puestos a nivel directivo, en mi opinión no compensa a ninguno de los niveles en cualesquiera de las organizaciones, puesto que los trabajadores pueden introducirse en un camino agotador, sin sentido y que puede acabar con su productividad, sus ilusiones profesionales, e incluso con su puesto de trabajo a distorsionarse la visión de sus funciones.
Por tanto, en la época actual hay que tener especial cuidado con este tipo de comportamientos, siendo mucho más interesante mantener la serenidad y el rigor con mesura, puesto que es totalmente inútil seguir un modelo como el que hoy les he comentado, principalmente porque hay cosas que no podemos controlar al no depender de nosotros, como por ejemplo el mantenimiento de nuestro puesto de trabajo en un entorno de destrucción de empleo y en el que las empresas necesitan reducir sus costes en sentido amplio.
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