A pesar de la crisis, y de la necesidad de adecuar las figuras tributarias a las circunstancias, cualquier cambio en la normativa fiscal no pasa desapercibido para las empresas, que cada días tienen que debatirse en decisiones de inversión y financiación.
Dentro de esta cuestión, me ha llamado la atención los resultados de un sondeo que ha llevado a cabo por la Fundación Impuestos y Competitividad y Comillas, y en el que se concluye que hasta el 78% de las grandes empresas opina que el marco tributario español tiene poca o ninguna estabilidad.
Esta circunstancia tiene implicaciones muy importantes para las empresas a la hora de decidir la localización de sus centros de producción y/o distribución, y también sobre los mercados en los que deciden establecerse. Nuestro país, no ha hecho buenos deberes en este sentido, porque los vaivenes de la política tributaria crean inseguridad, un ingrediente muy indeseado en el ámbito de los negocios, y que tanto hace peligrar los flujos de efectivo asociados al retorno de los proyectos de inversión.
Tal vez debería de aprobarse una regla marco, consensuada entre todas las partes implicadas, que impidiese tantas fluctuaciones en lapsos de tiempo tan cortos, para así introducir una mayor estabilidad y limitar todo lo que se pueda la incertidumbre, para así atraer más proyectos e inversores internacionales a nuestro mercado.
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