De la misma forma que arriesgamos al decidir crear una empresa tradicional e independiente de cualquier red, adquirir una franquicia también conlleva asumir esos mismos riesgos. La pequeña ventaja de obtener una marca con su relativo posicionamiento en el mercado sólamente es eso: una pequeña ventaja. Los riesgos se reducen pero no se eliminan. Todavía tenemos que demostrar que somos aptos para una gestión óptima de ese negocio.
Antes de tomar este camino e invertir nuestros ahorros debemos analizar detenidamente toda una serie de factores personales y profesionales que nos ayuden a dilucidar si realmente estamos o no preparados para afrontar nuestra incursión en la red de la franquicia. El primer aspecto que debemos tener en cuenta es el concepto mismo de franquicia. ¿Sabemos qué supone entrar en la red de franquicias? ¿ Entendemos la fórmula de comercio asociado? Es verdad que va a ser nuestro propio negocio, pero renunciaremos de entrada a nuestro libre albedrío y deberemos someternos en todo momento a las condiciones de nuestro franquiciador.
Si tenemos este punto claro, debemos autoevaluarnos para saber si la franquicia es adecuada para cubrir nuestras expectativas o si, por el contrario, debemos plantearnos otras opciones igualmente viables.
Es interesante en este punto obtener toda la información posible acerca del perfil de franquiciado que busca la franquicia en la que estemos interesados. Tal vez no responda a nuestro propio perfil.
A partir de aquí debemos reflexionar y analizar cómo somos profesionalmente, para conocer qué deseamos obtener de la franquicia, qué podemos aportar para su desarrollo, si somos capaces de someternos a las indicaciones del franquiciador o si por el contrario no admitiremos directrices de ningún tipo, si nuestra experiencia al frente de una empresa nos va a permitir afrontar su día a día y las incidencias que nos vayan surgiendo...
En lo económico debemos preguntarnos si podemos soportar económicamente el desembolso que supondrá entrar en la red, o si por el contrario vamos a necesitar financiación, saber qué nivel de riesgo vamos a poder asumir, y ser realistas con respecto a la obtención de los beneficios derivados de su explotación.
Pero no olvidemos el plano personal. Un negocio supone dedicación total. ¿Nuestra familia nos va a apoyar, o no va a entender esta nueva situación, muy dura en el inicio? Saber si podemos contar con su apoyo moral en los momentos malos y su respaldo en las dificultades va a influir directamente en nuestro trabajo. Tengamos presente que una persona es simplemente un cúmulo de sus circunstancias y las situaciones personales, tanto buenas como malas, tienen un reflejo inmediato en nuestro trabajo.
Del análisis previo de, entre otras, todas estas circunstancias podremos extraer si estamos preparados para entrar en una red de franquicias o si por el contrario debemos plantearnos otras alternativas de negocio que sean más acordes con nuestras aptitudes y expectativas.
Imagen |Asif Akbar