En todas las empresas podemos hacer una pequeña categorización de la fauna de clientes que tenemos, existen los perfeccionistas, los buenos o malos pagadores, los que te hacen sentir un colaborador más de su organización, los nocivos que señalaba Remo, y el chanchullero, entre otros muchos.
Según nuestra Real Academia de la Lengua, chanchullo es todo aquel “manejo ilícito para conseguir un fin, y especialmente para lucrarse”, y obviamente el chanchullero es aquel que le gusta estar entre chanchullos.
Pues bien, todos conoceréis a este tipo de cliente, el típico “de no me hagas factura”, o “una parte en A y la otra en B”, con el objetivo de eludir el IVA, “de por favor contrátame a mi mujer durante X tiempo para que pueda cobrar la maternidad, desempleo, jubilación”, etc…
Este tipo de cliente, es especialmente sufrido por abogados, asesores fiscales y contables, pues estos clientes consideran que por el hecho de ejercer estas profesiones, eres un profesional de la evasión del control administrativo, ya sea fiscal, laboral, etc… En fin, cada profesión tiene su estigma. Aunque este tipo de cliente no es exclusivo de este colectivo, seguro que conocéis unos cuantos.
Ahora viene la gran pregunta, ¿por qué me toca siempre a mi este tipo de cliente? ¿acaso tengo pinta de corrupto?
No, no os preocupéis no es nada de eso, se trata de un principio muy arraigado en nuestro imaginario colectivo, que dispone que cuanto más capacitado o más conocimientos tienes, más probabilidades existen de que intentes burlar las obligaciones legales. Este principio, se plasma en el refrán “Hecha la ley, hecha la trampa”
Es cierto que existen ocasiones, que con ciertos conocimientos, y dentro de la legalidad, puedes aconsejar de la forma más favorable a tu cliente, pero hay otros casos en los que no es posible.
Es en este último supuesto es cuando el cliente chanchullero se muestra en todo su esplendor, pudiendo llegar a dudar de tu profesionalidad y solicitando que se ejecute el chanchullo de todas formas.
En estos casos las opciones son armarse de paciencia, explicar las consecuencias de acceder a realizar lo solicitado, e incluso advertirle por escrito para limitar futuras responsabilidades o reclamaciones en caso de que finalmente se llegue a ejecutar lo solicitado por el cliente, o bien señalarle que por principios profesionales, morales o éticos, no podemos acceder a lo realizado.
Es cierto que de esta forma probablemente perdamos al cliente, pero ¿necesitamos este tipo de clientes?
Imagen | Nusrin