Puede que haya una diferencia sutil entre estar dispuesto a dedicar todo nuestro tiempo a nuestra empresa, a nuestro proyecto, sacrificando muchas veces vida personal y familiar a no ser capaces de hacer otra cosa que trabajar. Cuando no somos capaces de desconectar, tenemos un problema.
Todas las empresas y startup pasan por un proceso de lanzamiento donde el número de horas no bastan, pero el objetivo es crear una estructura que se capaz de absorber y distribuir el trabajo de forma que no recaiga todo sobre el emprendedor, que debe saber gestionar su tiempo y decidir dónde es más valioso para la empresa.
Porque además esta actividad frenética, este número de horas en las que un día se junta con otro y no conocemos lo que significa un fin de semana, más allá de porque vemos que la actividad de nuestro correo electrónico ha descendido, puede pasarnos factura, en nuestra capacidad de concentración, en nuestro estado de ánimo, en el humor y el saber encajar los contratiempos, en nuestra salud, etc.
Y al final muchas veces el éxito o el fracaso de un emprendedor depende de lo que le dura el entusiasmo por su proyecto. Gracias a esta euforia inicial somos capaces de afrontar grandes retos, liderar e inspirar a un equipo de trabajo para que lo saque adelante, pero si lo perdemos, gran parte de lo que hemos construido puede que sea inviable, y este es el paso que podemos dar si nos convertimos en adictos al trabajo.
En Pymes y Autónomos | ¿Debe un buen emprendedor ser un adicto al trabajo?
Imagen | Enrique Dans