La sobreestimulación del usuario de internet es evidente. Las posibilidades de caer en distracciones de todo tipo son altas. La abundancia de información y contenidos en la red sigue haciendo complicado para muchos diferenciar el grano de la paja. En ese ecosistema, retener la atención en acciones de marketing por parte de las marcas es uno de esos retos mayúsculos que tienen por delante.
Son muchos los frentes que el usuario de internet medio debe atender en internet a diario. No sólo por las ingentes cantidades de información que recibe por multitud de canales, sino por la consecuente facilidad para la dispersión y la coexistencia de innumerables herramientas que incrementan la actividad para seguirlas (redes sociales, correo electrónico)...
Sin fórmulas mágicas
No se trata de un fenómeno de hoy, sino que viene sucediendo desde hace años, aunque en los últimos tiempos se haya intensificado sobremanera. Aunque sea difícil cuantificarlo, puede interpretarse como un coste económico más para las marcas que buscan hacerse un hueco en esa limitada atención, pasar el obligado (y duro) filtro que el consumidor debe hacer a diario.
No hay nadie que tenga la fórmula mágica para conseguir todo eso y echar por tierra ese principio de ‘la abundancia de la información lleva a la pobreza de la atención’. Conseguirlo en una audiencia cada vez más exigente y, también, saturada. El paradigma de ello es la publicidad online, la cual, pese a su abaratamiento y su mayor personalización, sigue sin tener el impacto que, quizás, se le suponía.
Algunas ideas
Y partiendo de esa dificultad, sí se pueden plantear algunas ideas que, lejos de ser principios inquebrantables, pueden dar pistas sobre cómo conseguirlo: - Atraer la atención de alguien no es algo ruidoso. Es, justamente, lo contrario. Lo que menos se necesita hoy es mayor convulsión de la que ya hay. Por tanto, hacer spam a través del email marketing, contribuir a la infoxicación con contenido poco relevante y bombardear a los seguidores en las redes sociales no son, en absoluto, buenas ideas.
Las emociones pueden ser un buen canal. Despertar la curiosidad, conseguir la sorpresa o, directamente, la sonrisa de quien está al otro lado hace que las probabilidades de retener su atención sean mayores.
Ser único, diferenciarse, es casi obligatorio. Repetir miméticamente lo que hace la competencia, no aportar rasgos diferenciadores a tu marca o plantear un discurso demasiado gris sólo llevará a ser una marca más en la inmensidad.
Convertirse en alguien útil incrementa las posibilidades de que no te abandonen demasiado pronto.
Conclusión: mucho por delante
No hablamos de un reto sencillo, en absoluto. Especialmente, porque ni aún poniendo en práctica estas y otras muchas ideas se asegura que la marca sea atendida por su audiencia. Es algo que trasciende al terreno del marketing y va mucho más allá, afectando a la vida de las personas, muchas de ellas, incapaces de gestionar ese aluvión diario.
Queda mucho trabajo por delante. Pero hay algo muy claro: aunque difícil, quienes no tendrán ninguna oportunidad en este entorno tan difícil serán los que traten de hacer las cosas lo mismo que antaño. A problemas nuevos y más complejos, soluciones más imaginativas.
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