Todos alguna vez hemos tenido a ese compañero. No hace falta que te lo describa, sabes quién es. Te acuerdas perfectamente de su nombre o apellidos. Si, ese mismo que te sacaba de quicio, que te hacía perder la paciencia aunque fuera un pirado no lo hiciera intencionadamente. Y si tienen razón en el anuncio de televisión. Esto no esta pagado. Pero se puede sobrevivir a esos compañeros de trabajo sin volvernos locos.
Y aquí lo cierto es que hay varios tipos de compañeros que pueden afectar en mayor o menor medida a nuestra salud mental. No me refiero a que nos vuelvan literalmente locos, pero si a que nos alteren lo suficiente para no desconectar cuando llegamos a casa y seguir dándole vueltas a algo que nos han hecho (intencionadamente o no). La inteligencia emocional en el trabajo nos ayuda a reaccionar mejor a estas situaciones.
Compañeros que acaban con tu buen humor en una par de minutos
Podríamos empezar por los despistados, esos compañeros con los que hablas, tratas, crees que te están escuchando, pero están en el llamado "modo mono con platillos". Tu lo das todo por atado, pero en realidad no se han enterado de nada. Y volver a explicar lo mismo o pedir cosas de nuevo es habitual. Aquí lo mejor es que todo se envíe por correo. Tardas un poco más, pero no hay que repetir, basta con reenviar el mensaje de nuevo.
Podemos continuar con los folloneros. Son polemistas profesionales. Y siempre van a defender lo contrario a lo que tu opines. Si es en temas triviales o personales, deportes, política, religión, etc. lo mejor es no tomar postura. Esto les desarma, porque no tienen con quién pelear, se cansan y buscan a otro. Si es en un proyecto la cosa es más complicada, porque tienes que defender tu postura. Igualmente en estos casos si a la primera de cambio te pones de su lado y les pasas la responsabilidad por si algo sale mal se echan atrás y flexibilizan su postura.
Otro que puede ser muy problemático para convivir con él es el que susurra lo que hay que hacer. Eso sí, prefiere que seas tú el que entre en el despacho del jefe a pedirlo. Va calentando a todo el mundo clamando por las injusticias. Pasa como en el primer caso, si no te posicionas busca rápidamente a otros compañeros a los que comer la oreja.
Y luego está el que te mira desde un plano de superioridad. El hiperactivo del fin de semana, que te genera dolor de cabeza solo con contarte lo que tiene previsto hacer el fin de semana y después lo bien que se lo ha pasado. Mientras tu te sientes culpable, lo únic que hiciste fue dormir una siesta e ir a comer a casa de la suegra. ¡Shame!
En este sentido también está el ambicioso, que no tiene vida personal ni familiar. Bueno si tiene vida personal, pero esta se desarrolla por completo en el ámbito laboral. No entiende que quieras irte a tu hora o que no te apetezca hacer un viaje de empresa a no se que sitio... El siempre está dispuesto y fuerza a los demás para que sigan su ejemplo y si no lo hacen los visibiliza en cuanto tiene ocasión. En muchas ocasiones es su única fórmula para ascender y esta es su mayor frustración y tu salvación. Una velada referencia a tal asunto suele quitárnoslos de encima rápidamente.
Por último están aquellos que no te dejan hablar, que además se calientan rápidamente. No has hecho más que empezar a contar un proyecto y ya están negando y diciendo que esto no va bien. Esta negación no contribuye a que los proyectos salgan adelante. Lo cierto es que cuando se logra sacar a estos trabajadores del bucle "esto no va a salir bien" suelen colaborar sin mayores impedimentos.
Volver a casa sano y salvo
Lo malo de todo esto es que estos compañeros se van a su casa tan tranquilos. Mientras que si no sabemos manejar este tipo de situaciones que ellos generan, acabamos por llevarnos a casa nuestra frustración. Esto supone un desgaste emocional que puede acabar con graves consecuencias para nuestra salud.
Es fundamental saber desconectar al salir del trabajo. Manejar con inteligencia a los compañeros, identificarlos y no hacer que su estrategia de desgaste o manipulación acabe por hacer mella en nuestro ánimo.
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Imagen | Ryan McGuire