A pesar de la agudeza del contexto de crisis que vivimos, un sector importante de la sociedad sigue pensando que las empresas han de ocuparse de los problemas individuales de todos y cada uno de sus empleados, hasta el punto de que cualquier cambio que se produzca en el ámbito de la organización del trabajo, ha de contar con su beneplácito.
En el desarrollo de las empresas en nuestra historia reciente, nos hemos ido acostumbrando a que en cierto modo este proceso sea así, por que cualquier cambio organizativo, ajuste de plantilla, etcétera, casi siempre ha sido consultado a los trabajadores a través de sus representantes sindicales.
Cuando nos enfrentamos a cambios de mayor calado, debemos renunciar a muchas cosas para obtener algunas otras, algo en lo que muchos no están de acuerdo, porque cuando estamos cómodos, siempre resulta complicado acatar los cambios que se proponen. Y dentro de este proceso, en mi opinión, las empresas tienen que lidiar con las presiones que ejercen los distintos grupos de interés, por lo que no pueden hacerse cargo de los problemas individuales de sus colaboradores.
Es cierto que no hay cambio en el que haya personas que pierdan, es más, muchas veces muchos pierden para que unos pocos ganen a corto plazo, pero más cierto todavía es, que globalmente no podremos promover una mejora si no estamos dispuestos a cambiar, un cambio que necesariamente vendrá motivado por decisiones de estructura en las que no tienen cabida las tiranteces individuales.
En Pymes y Autónomos | ¿Regalaría su empresa a sus trabajadores?
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