Hace unos días una señora me comentaba que su hijo se pasaba el día en casa trabajando. Se había dado de alta como autónomo y realizaba encargos desde casa. Su preocupación, además de la precariedad de su situación laboral era también su estado físico.
Trabajar desde casa ya hemos comprobado que no es una tarea fácil, pero tampoco es una opción negativa, no obstante requiere de mucha disciplina y comprensión por parte del entorno.
En este caso, la señora no podía entender que su hijo decidiera salir a caminar o correr por la noche,ni que hubiera dejado de afeitarse y cuidar su aspecto, puesto que llevaba meses sin cortarse el pelo. El síndrome del pijama o la bata, está ahí, pero no debemos dejar que monopolice nuestra vida,nuestra nueva vida.
Salir a caminar es positivo, todo lo que genere endorfinas o nos haga salir de casa para oxigenarnos es beneficioso, pero 'dejarse' no. No es cuestión de vestir con traje y corbata y en nuestro caso como mujeres que nos pongamos el zapato de tacón. Existe un término medio.
Estar todo el día en casa y frente al ordenador puede llegar a relacionarse con "tengo la gripe los siete día de la semana y los trescientos sesenta y cinco días del año", es decir, nos ponemos una manta sobre los hombros, acudimos al frigorífico más veces de las que nuestro apetito lo necesita y eso ni es sano ni repercute en nuestro rendimiento.
Establecer unas pautas sencillas, un horario que cumplir como si estuviéramos en una empresa de manera presencial es fundamental. Cuidar nuestro aspecto y practicar ejercicio también, pero sobre todo hay que tener claro que trabajar desde casa no nos ha de convertir en seres asociales.
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Imagen|Enrico Maioli