Con prácticamente todos los puntos cubiertos en el apartado de cursillos, las miradas se dirigieron al apartado de publicaciones. Usuarios avanzados del procesador de textos, los opositores disponían de suficiente material para publicar sus temas o trabajos (relacionados con la temática de la oposición) pero no podían autopublicar. Y es que para que las publicaciones puntúen se exige publicar en una editorial independiente del propio autor. Consultados precios en pequeñas editoriales el desánimo era la tónica: los precios eran desorbitados para lo que podían pagar y, como mucho, el más pudiente podría publicar dos o tres trabajos lo cual tampoco es que fuera a darle muchos puntos.
De repente, la gran idea: ¿por qué no montarla entre todos? Dicho y hecho. Uno conocía a un notario, otro a un economista y un tercero puso al tío (carnal) que cotizaría a la Seguridad Social durante el mes en el cual la editorial publicaría TODOS los trabajos que tenían. Después la dieron de baja por falta de actividad. Alguno pensó en mantenerla un par de meses más para poder cobrar las subvenciones por creación de empresa, etc, etc, pero esta forma de proceder no les pareció ética y la idea se desechó. Al final, el "punto" del apartado de publicaciones les salió mucho más barato que el de los cursillos. Lo que más me llama la atención de esta historia, la cual me consta que es verídica, no es que a alguien se le ocurra montar una empresa para solucionar lo de "sus puntos" en el dificilísimo mundo del acceso a la función pública sino que no exista una editorial que, ofrezca sus servicios a un precio razonable para captar a todos esos opositores que necesitan publicar a través de una editorial independiente.
Imagen | Opositores repasando antes de un examen (retocada)