En los últimos años, el emprendimiento se ha convertido en la única salida para muchas personas. La crisis y la consecuente falta de empleo son una losa demasiado pesada para muchas personas que ven en el autoempleo una oportunidad para mejorar sus vidas. Algunas medidas, como la capitalización del desempleo, han facilitado esta opción, y son muchas las personas que han recurrido al pago único para comenzar su aventura empresarial.
Ante esta realidad, podríamos pensar que el emprendimiento se ha convertido en una alternativa para personas con menos recursos. Nada más lejos de la realidad. Y es que, según un estudio realizado por economistas de las universidades de Sussex y Sheffield, en Reino Unido, las personas que viven en ciudades con mayor renta per cápita se animan más emprender que aquellas en las urbes cuyos habitantes tienen un menor nivel de ingresos.
De hecho, en las ciudades se produce un efecto llamada; según una de las personas que han elaborado el estudio, David Storey, cuando una persona trabaja en una startup o pequeña empresa pierde el miedo a llevar su propio negocio. Esto es propio de ciudades grandes donde, además, las oportunidades son también mayores.
Pero, ¿cómo se llega a esta conclusión? David Storey y su equipo analizaron los datos del censo de las localidades que componen Inglaterra y Gales entre 1921 y 2011, y decidieron tomar las cifras de nuevos autónomos entre 1971 y 2011 para crear una especie de Liga de Empresas. Pero, ¿por qué precisamente esos años? Porque fue en 1971 cuando el Gobierno británico empezó a crear programas de emprendimiento para reactivar la economía allí donde la iniciativa empresarial era más débil.
Sin embargo, los niveles de gasto público no sirvieron en este caso para mejorar la actividad empresarial. Los programas de apoyo a autónomos pueden ser un acicate, pero solo la propia idiosincrasia de las grandes ciudades donde existe un importante desarrollo previo disponen del talento, la formación o la cultura emprendedora que hace falta para generar riqueza.
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