¿Pero qué ocurre cuando el artista, el que lleva toda su vida dedicado al difícil y extraordinario mundo de la creación, decide mostrar su trabajo en la red? Sé que son muchos los desempleados que han encontrado en la artesanía una salida, pero ¿sabe el artista vender sus trabajos? Arte Ibáñez es un ejemplo. Se trata de una familia de escultores. En realidad de artistas prolíficos. Mujeres que pintan, esculpen, crean joyas exclusivas y son anónimas. Artistas que viven en silencio.
Ahora que tan de moda está el aprovechar un apellido para vivir de una popularidad no ganada a pulso, llamó mi atención que estas hermanas, hijas y sobrinas de los hermanos Santiago y Rafael Ibáñez Bernabéu, apenas tuvieran visibilidad, ni ellas ni sus trabajos en Internet, cuando en distintos puntos de España y en países como Australia, Dinamarca, Holanda, etcétera disfrutan de sus obras de arte.
Sabemos que una buena idea si no se muestra es invisible. Es este un claro ejemplo. Si son tiempos complicados para los que conocen los entresijos del marketing y la publicidad, lo es aún más para quienes han vivido para disfrutar de su trabajo por mucho esfuerzo y dedicación que emplearan, pero a los que les cuesta exponerse, curioso.
Los artistas, los mejores, suelen pecar de algo llamado humildad en dosis demasiado altas. La mediocridad, por desgracia triunfa en esta sociedad, por ello, hay que animar a mostrar al gran público sus productos que contienen un valor añadido y distinto a otros porque en su elaboración hay sentimiento, pasión, emociones... pero el consuelo para estos genios es que existen clientes que saben apreciar todo eso además de comprar una escultura, un cuadro o un anillo exclusivo.
El arte también tiene cabida en el 2.0 porque la sensibilidad está presente en las persona y tras las pantallas teclean personas.
En Pymes y Autónomos|¿Profesional o artesano?,La guerra del pan o reivindicar lo artesano, Imagen|ArteIbáñez.com