Los emprendedores españoles son los más infelices de nuestro entorno. O eso parece desprenderse del informe 2012 Hiscox sobre el ADN del emprendedor, que trabaja sobre una muestra de ellos en Estados Unidos, Alemania, Francia, España, Reino Unido y Holanda.
Somos, justo con Holanda, el país en el que trabajar en el propio negocio genera una menor felicidad, pero somos mucho menos optimistas sobre el futuro y hay un fuerte miedo a la quiebra personal.
Si a eso le unimos que destacamos también por nuestra profunda desconfianza en que el Gobierno haga algo por los emprendedores, en comparación el alto número de horas de dedicación que exige la burocracia estatal, el panorama se presenta oscuro.
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