En los últimos años, a raíz de la intensificación de la crisis económica, tener un trabajo estable y con el que nos sintamos realizados ha sido cada vez un bien más escaso, de manera que han disminuido notablemente el número de trabajadores y trabajadoras que realmente disfrutan con su trabajo.
Esta situación se deriva de que como consecuencia de la propia crisis, muchos profesionales se han visto obligados a aceptar trabajos que no les motivan tanto como otras responsabilidades que han llevado a cabo en el pasado, o que incluso, tienen poco que ver con su bagaje profesional.
Bien es cierto que el desenlace de este tipo de situaciones dependerá de nuestra capacidad de adaptación y de la subjetividad de lo que podamos esperar de un trabajo, de manera que de esta valoración, dependerá mucho nuestro 'bienestar' en el puesto de trabajo.
En conclusión, si nuestras aspiraciones profesionales son muy elevadas, percibimos un sueldo por debajo de lo que se ofrece en el mercado, o por circunstancias, hemos tenido que reconducir nuestra carrera por unos derroteros que a priori no resultaron muy deseados, podríamos sentir que no disfrutamos en el trabajo.
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