15 meses después de que la crisis sanitaria comenzase, y en un punto en el que parece que ya vamos saliendo de forma progresiva de la pandemia, empieza un nuevo debate sobre qué ocurrirá con algunos hábitos adquiridos durante este tiempo. Entre ellos, uno de los que más pasiones levantan es qué ocurrirá con el teletrabajo.
Algunas grandes empresas ya están dando libertad al trabajador para que elija la fórmula que mejor encaje con sus intereses. Pero otras, en cambio, ya están obligando a sus trabajadores a volver a la oficina. Nada que no haya sido esperado, ya que el teletrabajo, más que una opción, ha sido una imposición para muchas compañías.
No se trata de un caso aislado, aunque bien es cierto que no existe consenso. Algunas de las grandes tecnológicas ya cuentan con planes para el regreso a las oficinas. Amazon estableció el mes junio como fecha de regreso a una cultura corporativa "centrada en la oficina"; y Google, por su parte, limitó al teletrabajo un máximo de doce meses y bajo "las circunstancias más excepcionales".
Como bien apuntó mi compañero Carlos Roberto, no se trata de un problema de productividad, que sabemos que ha aumentado; es más bien que los empleados no se sientan trabajadores de una misma cultura corporativa.
Las ofertas de trabajo, que antes parecían dar cierta libertad a los candidatos para elegir su lugar de trabajo, parece que son cada vez más reticentes a permitir el trabajo en remoto. De un tiempo a esta parte, se observa una tendencia al trabajo presencial, a pesar de que los candidatos ya se hayan acostumbrado a trabajar desde sus casas, y esta sea una preferencia.
No existe un punto de encuentro entre empresas y trabajadores. Más bien, tendrán que llegar a un acuerdo que beneficie a ambas partes. El teletrabajo ha llegado para quedarse, sí, pero el 100% remoto parece que tiene las horas contadas.