Amazon avisó a mediados de septiembre de que el personal de oficina de la firma, que cuenta con 1,5 millones de empleados a nivel global, debe decir adiós al teletrabajo. Lo notificó Andy Jassy, consejero delegado, con las siguientes palabras: “Seguimos creyendo que las ventajas de estar juntos en el lugar de trabajo son importantes.”
El CEO de Starbucks ha lanzado un comunicado similar. Se resume en: quien no vuelva a la oficina, será despedido. Brian Niccol ha tardado un mes en cambiar el discurso: del "trabajad donde sea necesario para hacer vuestro trabajo, aunque creemos que ese lugar es la oficina" a un "se acabó el trabajo híbrido y el teletrabajo".
Teletrabajo: malo, ¿para quién?
Estos mensajes llegan en un clima de discusión entre el teletrabajo y el trabajo en la oficina. Amazon España obligará en enero a 5.000 personas a volver a un modelo 100 % presencial; los funcionarios se quedan sin gran parte de sus opciones de teletrabajo en los próximos meses y no son pocos los medios que se preguntan: ¿es el fin del teletrabajo?
En España, por ejemplo, el trabajo en remoto está desapareciendo o se ha reducido significativamente con respecto al período inmediatamente posterior a la pandemia.
Una opción que la mayoría encuentra que aumenta el bienestar, facilita el equilibrio personal y profesional e incluso parece mejorar la productividad laboral. Entonces, ¿por qué tantos cargos directivos apuestan por la vuelta al trabajo presencial?
¿Y esta medida aplica también para ellos? Pues no. Y este es uno de los aspectos que hace recelar al trabajador medio: porque Brian Niccol, el CEO de Starbucks, vive a 1.600 kilómetros de la oficina, y va a trabajar en jet. Sí, has leído bien.
Trabajo flexible, pero no para ti
La realidad es que las promesas de flexibilidad y trabajo en casa que se llegaron a prometer como una opción permanente durante la pandemia, han dado un giro de 180 grados.
Hoy, parecen simples mentiras que ayudaron a mantener la moral alta en tiempos inciertos cuando los gigantes tecnológicos están exigiendo la vuelta a la oficina. Junto a Amazon o Starbucks, tenemos el caso de otro viejo conocido: Meta, y Mark Zuckeberg.
El CEO de Facebook defendió el teletrabajo durante la pandemia y mantuvo que muchos de los empleados podrían continuar haciéndolo después en ciertos roles. En 2023, aplicó una vuelta de tuerca y comenzó a presionar al equipo para volver a trabajar en formato presencial.
Las principales amenazas de compañías como Meta se centran en controlar el rendimiento e incluso despedir, si no se acude con la frecuencia suficiente al puesto de trabajo en formato presencial. La cara B es que hay gente que se mudó de ciudad, y este 2024 está enfrentando verdaderos problemas para conciliar vida laboral y personal.
No todo es trabajo
Estas promesas de teletrabajo supusieron un impacto directo y fácil de rastrear en el mercado inmobiliario de países como los EE. UU. y cabe suponer que en muchos otros mercados, donde los perfiles técnicos tuvieron y han seguido teniendo mayor flexibilidad. En estos momentos, aquellos perfiles más demandados parecen seguir pudiendo mantener ventajas competitivas, debido a las necesidades propias del mercado.
Sam Altman, que puede llegar a jubilar a toda una generación de programadores, parece tener claro que el trabajo remoto llegó a su cénit y empezará un declive. Otros perfiles tecnológicos, como Bill Gates, están en total desacuerdo. Pero la tendencia es clara, y parece tener más que ver con la posibilidad de un mayor control del perfil de trabajador que con la eficiencia.
El perfil del directivo
Así, llaman poderosamente la atención estos ejemplos de doble moral, donde JPMorgan se lleva la palma. Según su CEO, Jamie Dimon, es necesaria una estricta política de trabajo presencial, pero muchos altos ejecutivos sí tienen la posibilidad de trabajar en remoto o desde oficinas privadas de su elección. Una visión compartida por otras multinacionales, como Goldman Sachs y Morgan Stanley.
De un modo similar, las empresas de Elon Musk o el propio Starbucks, antes citado, suelen tener directivos que sí intentan trabajar de forma presencial, pero con unas ventajas competitivas y una flexibilidad muy superior a la exigida para sus empleados (horarios, movilidad, puestos de trabajo).
A menudo, con cambios abruptos, que pueden llegar a rozar la ilegalidad, como el que planteó el CEO de Tesla y Twitter, ahora X, donde se esperaba que los empleados dedicaran "al menos unas 40 horas semanales para realizar labores desde las oficinas de la red social".