Un vendedor de una inmobiliaria aparece junto a una periodista. Se encuentran en un salón que parece sacado de una cuenta de Instagram de decoración. Pero no se trata de una vivienda normal, ambos pisan lo que antes era un pequeño comercio, en concreto una floristería.
La excusa para que nuestra próxima casa sea un comercio es tan sencilla como que muchos echaron la persiana durante la pandemia. El problema ya venía de lejos porque lo queramos o no, las compras online han llegado para quedarse.
Los responsables de que la mercería de tu barrio echara la persiana somos todos
En el año 2020 la actualidad dejaba unos números preocupantes respecto al pequeño comercio, la caída en el sector y en hostelería seguía acentuando la tendencia de desaparición de muchos establecimientos de los principales sectores de actividad de los autónomos españoles.
En mitad de una pandemia, donde apenas podíamos salir de casa, el comprar a través de Internet se convirtió en la única salida para llenar el frigorífico. Muchos ya estaban acostumbrados y otros, descubrieron la comodidad de tener la compra en casa sin necesidad de coger el coche.
Los responsables de que el pequeño comercio desaparezca son diversos, pero si mencionamos a la sociedad en su conjunto seríamos más justos. Con unos horarios que prácticamente impiden ver a la familia, es lógico que no apetezca ir de tienda en tienda hasta completar la compra semanal o mensual.
¿Sirven las ayudas desde los ayuntamientos para salvar al pequeño comercio de la oscuridad?
Desde los consistorios ofrecen ayudas e incentivos para que los pueblos y ciudades vuelvan a ser como antes, es decir, que los escaparates iluminen las calles y den esa vida que todo barrio necesita. Pero si de luces va el tema, la subida de la misma es precisamente otro de los motivos por los que las tiendas se están rindiendo.
Por no hablar del Plan de ahorro energético que invita a que los pequeños comercios mantengan las puertas cerradas. Si hay algo que caracteriza a muchos establecimientos de este tipo, es el hecho de contar con esa estrategia de marketing para invitar a que el cliente entre.
Ante semejante panorama, no es de extrañar que nos vendan como algo natural vivir en lo que antaño fue la panadería donde íbamos cada mañana a por el pan. ¿Quién puede hacer frente a cambios en las costumbres de los clientes si has de permanecer a oscuras y con las puertas cerradas antes de echar la persiana?