Cuando llegan las vacaciones y encontramos un momento de tranquilidad para reflexionar sobre nuestro recorrido profesional a lo largo del 'curso profesional', nos proponemos nuevos retos, mejoras y compromisos en los que trabajar a nuestra vuelta de vacaciones, sin medir en muchos casos su grado de materialización, pudiendo pecar de resultar demasiado ambiciosos.
Esta situación comporta sus riesgos, debido a que podemos adquirir ciertos compromisos que de no alcanzarse pueden dañar nuestra reputación, nuestra solvencia e incluso nuestra credibilidad dentro de la organización en la que prestamos nuestros servicios profesionales. Debiendo ser realistas para que no nos pille el toro, teniendo siempre en cuenta nuestros condicionantes y la necesidad de proporcionar prioridad a nuestros objetivos.
Ello es debido a que, de manera transitoria, durante nuestras vacaciones nos introducimos en un momento idílico en el que disponemos de mucho tiempo libre, olvidando que en el día a día no es la situación habitual. En este sentido es muy importante sopesar nuestras posibilidades para que en base a los recursos disponibibles meditemos sobre la posibilidad más acertada.
Por tanto, tenemos que intentar que la ambición por mejorar y por conseguir resultados 'excepcionales' nos impida idear la mejor solución, que será diferente para cada caso, porque cada uno de nosotros tiene obligaciones profesionales y personales diferentes, debiendo ser eficientes en el desarrollo de nuestro plan, y fijarnos más en esto último que un plan ambicioso por si mismo.
En Pymes y Autónomos | No son tiempos para apalancarse
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