Montar un negocio y tener en él puestas todas las ilusiones, hacernos con él nuestros mejores propósitos y diseñarlo pensando en ofrecer un servicio diferente, distinguido y que nos distinga de los demás es algo lógico, y prácticamente intrínseco a cada nuevo negocio, pero ¿en todos los casos eso sabemos mantenerlo en el tiempo? Sin duda, no.
Los buenos propósitos, buenos propósitos son. Las ideas fantásticas de buen seguro, pero siempre que las plasmemos en la realidad del día a día de nuestro negocio. Y lo más importante: los propósitos y las ideas son buenos siempre que los mantengamos en el tiempo.
¿Cuántas veces no hemos ido por ejemplo a ese bar que han abierto nuevo en la zona donde vivimos por la calidad y lo bien que nos atienden?, ¿cuántas veces no hemos ido a probar de comprar en ese nuevo comercio que han abierto al lado de casa y ya , enamorados del mismo, no hemos dejado de ir a comprar en él? Pero a la vez, ¿en cuántas ocasiones estos lugares que tanto prometían no han defraudado en poco tiempo nuestras mejores expectativas? Lamentablemente en demasiadas.
Y ese es un peligro, muy grave para el negocio que por la rutina, por el día a día o simplemente por la falta de novedad, deja de cuidar su nivel de servicio, de producto o de lo que sea que le distingue. Y es un peligro muy grave, pues no tan sólo nos quitará valor para conseguir clientes, sino que sucederá algo mucho peor: en caso de que rebajemos el nivel que ofrecíamos, perderemos esa base de clientes que si algún día precisamente se quedaron con nosotros fue por el nivel que encontraban en nosotros
En Pymes y autónomos | Amar en tiempos revueltos, amar (racionalmente) todo el tiempo Imagen | El mundo de Laura