Tengo la certeza de que se está improvisando en todas las medidas que se están tomando con la crisis del coronavirus. No solo en España, en todo el mundo. Pero son muy pocos los que piensan en que ocurrirá mañana. Si algo nos han enseñado las crisis a lo largo de la historia, ya sean sanitarias o económicas, es que el mundo que tenemos cuando todo acaba no es el mismo que cuando empezó. Y este es un problema porque se piensa que volverá a salir el sol para las empresas y autónomos cuando acabe el confinamiento.
Porque hasta ahora las medidas que se han tomado están enfocadas sobre todo a proteger el empleo. Pero no se ha planteado el escenario para después del fin del confinamiento. ¿Qué medidas se necesitan para que las empresas puedan permanecer abiertas? Porque una cosa es que no se quiera despedir y otra diferente que no haya muchas que directamente vayan a cerrar.
Las crisis siempre dejan cicatrices
Bien harían desde el Ministerio de Trabajo en sentarse con los agentes sociales para diseñar las medidas adecuadas para tratar de salvar el mayor número posible de empresas que se van a enfrentar a un año muy duro. Porque esta es la única forma de lograr proteger a los trabajadores, que parece el objetivo del Gobierno.
Mención aparte merecen los autónomos, que con las últimas medidas están en una situación excepcional. A falta de concreción de las medidas han quedado en el limbo. No pueden trabajar y tendrían que acogerse al cese de actividad para cobrar al menos algo y no pagar la cuota. Pero es que después estarán peor.
Porque son los que peor soportan a una empresa que ha presentado un concurso de acreedores. Y esta situación se va a presentar con bastante frecuencia. Ya hemos pasado por ello. Por mucho que se empeñen las expectativas de las empresas no son las mismas que cuando empezó la crisis.
Y porque nada indica que este paréntesis que plantea el Gobierno no se alargue en el tiempo. Aunque lo superemos en un mes o mes y medio, todo hace pensar que en otoño habrá otro repunte de contagios, quizás otro confinamiento. Y el verano podemos darlo por perdido, y esto en un país como el nuestro donde representa más del 15% del PIB es un grave problema.
Crisis de confianza y suspicacias en Europa
Y la confianza en el futuro es fundamental para mantener o crear nuevas inversiones. Y ahora mismo esto se ha destruido, tanto en las empresas como en los consumidores, que preferirán guardarse su dinero antes que gastarlo. El coronavirus ha bajado el telón de la actividad económica y cuando se vuelva a levantar habrá un cambio de escenario. Hay que estar preparados para ello.
Si lo fiamos todo a una respuesta conjunta de Europa lo vamos a pasar mal. La crisis sanitaria no impacta en todos los países de la misma manera, y sobre todo no lo hace en el mismo tiempo. Si la Unión Europea ya salió tocada en la crisis del ladrillo y la deuda en 2008 puede que lo que quede de esta institución después de esta crisis no sea más que unos escombros difíciles de reconstruir.
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