Todo aquel que asume una responsabilidad se ve obligado a tomar infinidad de decisiones, no siendo en todas las ocasiones las más adecuadas, y por tanto, obligando a provocar errores, que en ocasiones, podrían llegar a catalogarse como estúpidos.
Cuando esto sucede una buena parte de los gerentes pasan por no asumir la autoría del error cometido o simplemente no le dan la menor relevancia. Estas son dos posibilidades pero realmente este tipo de actitudes socavan la autoridad y el liderazgo de quien ha sido asignado para este cometido.
Hay que partir de la premisa que nadie es infalible, y si bien la comisión de errores no satisface a nadie es algo que puede ocurrir en el devenir diario por lo que hay que interpretarlo como un hecho natural de la actividad cotidiana.
Por tanto, admitir el error es un buen comienzo, intentando escabullirse o diluir la responsabilidad, lo que se consigue es empeorar las cosas. No hay que tener problema en mostrar nuestra condición humana, por lo que reirse de uno mismo en aquellas ocasiones en las que se cometen errores de principiante, no es una mala actitud, y por qué no, invitar a los demás que también lo hagan.
En este tipo de situaciones, la gente no encuentra el límite para seguir comentando el hecho, por lo que es conveniente y necesario evitar que se convierta en una efeméride, por tanto, hay que darlo por concluido y continuar hacia delante.
Vía | HBR Imagen |Thomas Kamann En Pymes y Autónomos | Liderazgo