Cuestión de precio

Cuando nos planteamos la competitividad de nuestra empresa y de nuestros productos, inevitablemente nos cuestionamos la validez y adecuación de los precios a los que ofrecemos nuestros productos. Realmente no solo prestamos atención al precio de nuestros productos sino también los de nuestros competidores.

Cuando se pasa una temporada en un país anglosajón, hay un dicho que es tan recurrente que acaba por ser un auténtico soniquete, es el tantas veces mencionado, “Value for Money”. La característica definitoria y determinante del precio es, sin duda, el valor del producto. Obviamente cuantificar una percepción que, en definitiva, es lo que es el valor, es de todo menos sencillo.

Por eso lo que se hace es mucho más sencillo. Es decir, estimar la demanda potencial de nuestro producto, la oferta con la que tendremos que competir, el precio al que nuestros competidores ofrecen nuestros productos e intentar cuantificar en que rango pretendemos situar nuestro producto o servicio conforme al ratio calidad/precio/prestaciones que se desea que el cliente o consumidor perciba. Desde luego, lo que no hay que hacer, bajo ningún concepto, es considerar como un axioma irrefutable, que lo barato tiene una ventaja competitiva, ni al contrario, lo caro deja de tenerla. Incluso en épocas de crisis como la actual.

Sin lugar a dudas, lo que más me atrae del marketing es el componente sociológico que trabaja y desarrolla. Conseguir posicionar correctamente un producto en el mercado, es todo un ejercicio de psicología del consumidor porque lo que se intenta es medir un intangible, como el valor, basándose en percepciones ajenas e intentando persuadir a nuestro cliente que nuestra cuantificación del valor, vía precio, es la más conveniente para satisfacer sus necesidades.

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