La rutina, en cualquiera de las facetas de nuestra vida, acaba por apoderarse de nosotros. En determinados momentos surge un hálito de lucidez que nos revela que debemos realizar nuevos planteamientos que nos permita mejorar o cambiar nuestra situación actual. En un gran porcentaje estos nuevos propósitos acaban frustrándose por nuestra inoperancia y es lo que denomino síndrome de voya .
Como en todo hay excepciones, hay que gente con una determinación absoluta y todo lo que se proponen emprender lo llevan a efecto con mayor o menor éxito. Otros, sin embargo, consumen su vida planificando nuevos proyectos o ideando planes de futuro más o menos inmediatos que acaban en el olvido. Estos son los "voya" compulsivos.
Con el sídrome de voya hago referencia a esa actitud que se resume en la frase "voy a hacer..." pero que nunca se hace, aún sabiendo que es necesario y beneficioso hacerlo, pero que la indeterminanción, la pereza, la indecisión o la inseguridad evitan que se haga.
Para cambiar de actitud lo primero es empezar a sustituir la frase de "voy a hacer..." por la de "deja de decirme qué vas a hacer y avísame cuando lo estés haciendo". Para ello no hay cosa mejor que establecer un nuevo plan estratégico que se llama "hacer cosas".
Dedicar demasiado tiempo a evaluar los riesgos que supone tomar una decisión lleva a la situación que describía Van Wilder preocuparse es como una silla mecedora, te da algo que hacer pero no te lleva a ningún lado. Por eso hay de decidirse por reaccionar y actuar porque en definitiva lo que se pretende es dejar de soñar con grandes logros y no dormir para cumplirlos.
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