Es manifiesto que en España, en general, nos falta competitividad. Hay dos maneras básicas de mejorarlas. Por un lado, aumentar el precio y la calidad. El ejemplo más sencillo lo facilita el mercado del automóvil con algunas ”marcas generalistas”, como es el caso de Volkswagen, que se diferencia en precio del resto por el marchamo de calidad que aporta.
Otra es la otra manera es reducir el coste para de esta forma vender más barato y mayor cantidad. Esta es la estrategia que hasta ahora han aplicado la mayoría de las empresas chinas, en la que su objetivo era competir en precio sin prestar especial atención a la calidad del producto, lo que los anglosajones denominan, “shoddy quality”.
Por tanto, para mejorar la competitividad hay que prestar especial atención al coste de nuestros productos, el cual se compone de tres factores: coste salarial, de aprovisionamiento y de gastos generales. El que más condiciona nuestra competitividad es, sin duda, el primero, el coste salarial.
Aquí se produce una paradoja, desde las organizaciones empresariales se insiste en que el coste salarial en España es muy alto, sin embargo, el salario medio en España es más bajo que en países como Holanda, Francia, UK, Alemania, etc. La razón de esta aseveración por parte de los empresarios se basa en que el coste salarial se compone del número de horas que se dedican para producir un producto o realizar un servicio y el coste por hora.
En la industria desde hace muchos años se aplican métodos para optimizar los procesos de fabricación maximizando los tiempos. Pero en el sector servicios no ocurre lo mismo. Y este es el “talón de Aquiles” de la economía española, teniendo en cuenta la importancia del sector, ya que representa alrededor del 65% de nuestra economía.
Para resolverlo hay que trabajar dos aspectos fundamentales:
- Planificación de los procesos. Estamos acostumbrados a perdernos en la ambigüedad y ha abusar de la improvisación, esto al final pasa factura. Dedicar el tiempo necesario a plantearse qué hay hacer y cómo hacerlo, repercute positivamente en la eficacia y eficiencia.
- Reducción de la burocracia. Este no es un mal endémico de la Administración, es algo que afecta igualmente a las empresas. Basar la actividad de una empresa en trámites superfluos, aprobaciones y controles, no es operativo. Al final lo que se consigue es que haya más controladores que productores, y esto es simplemente incompetencia.
Aparte hay que trabajar la responsabilidad del empleado. Lo primero, definir el concepto de tiempo. Las horas se componen de 60 minutos, por tanto, hay que intentar superar la inercia de las horas de 45 minutos. Segundo, evitar la actitud de calentar el asiento, es decir, aquellos que su jornada está compuesta de horas de 45 minutos y que luego se quedan en la oficina tiempo adicional pero sin un propósito claro. Y por último, hay que comenzar a persuadir a la ciudadanía de no tolerar el absentismo fraudulento. Es necesario comenzar a transmitir un sentimiento de tolerancia cero contra quienes lo practiquen y que perciban el rechazo social de su actitud.
En Pymes y Autónomos | Competitividad en diez pasos
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