El concepto de capital humano es uno de los grandes inventos del Management y ha dado lugar a un prolífico desarrollo literario: la importancia de las personas en la organización, su contribución al crecimiento económico de la empresa, la optimización de su gestión, retención del talento, etc..., y a nivel teórico todo son halagos y buenas palabras. Claro, pero a nivel teórico, en la práctica, excepto en grandes empresas, no he podido ver nunca en qué consiste el capital humano, normalmente los trabajadores siguen teniendo la misma definición que hace muchos, muchos años, un factor productivo sin más, fácilmente reemplazable y cuantificable económicamente (“¿A éste cuanto cuesta despedirlo?”). Este sentimiento se transmite a los empleados a través de actitudes o hechos por parte de la Empresa, y entre otros factores pueden ser la causa de la alta rotación laboral (“Vendo mi fuerza de trabajo donde mejor me paguen”), aunque muchos Directores de Recursos Humanos dirán que se trata de una falta de compromiso, falta de sintonía con los valores de la empresa, falta de madurez profesional, egoísmo…
Pero ¿alguien se ha parado alguna vez a preguntar sinceramente a un trabajador cual es su objetivo en la empresa? ¿Si simplemente viene a ganarse su salario o viene a participar de algo más grande? ¿Si quiere hacer carrera o bien desea tener tiempo para su familia? ¿Cuáles son sus valores? Este tipo de interés honesto es una forma de retribución emocional, hacer sentir al empleado que realmente es una pieza importante de la organización y que es valorado. Todos los empleados saben que son prescindibles, pero también quieren saber de primera mano que son necesarios para la empresa, que realmente son el capital humano, un activo de la empresa, y no un coste.
Por lo tanto, cuanto más conozcamos a nuestro personal mejor podremos conocer sus necesidades, mejorar la sintonía con los objetivos de nuestra empresa, de nuestros clientes, y mejorar nuestro ambiente laboral.
Foto: Lusi