Han pasado tres meses desde que entró en vigor la obligatoriedad de registrar el horario de los empleados, y por el momento, parece que no ha tenido el efecto deseado, al menos si tenemos en cuenta que su principal objetivo era controlar las horas extra no remuneradas y que estas pasasen a cotizar a la Seguridad Social.
De hecho, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, en el segundo trimestre del 2019 las horas extras no remuneradas han aumentado un 10,5% (con 37,9 millones de horas extraordinarias que no se han pagado) lo que constituye la mayor subida durante el segundo trimestre desde el año 2009.
Las razones son variadas pero, por el momento, parece que la mayoría de empresas están teniendo serios problemas para llevar esta medida a la práctica. Esto, unido a que, por el momento, la inspección de Trabajo está siendo demasiado flexible en cuanto a las multas a empresas, hace que su puesta en práctica no esté dando los resultados esperados.
En su entrada en vigor, fue tal el desconcierto que el propio Gobierno se vio obligado a sacar una guía donde se detallaba cómo debía llevarse el control. Sin embargo, las dudas siguen coleando y existen muchas empresas que no tienen ningún tipo de planificación sobre su puesta en marcha. Además, existen ciertas dudas sobre qué se considera horario efectivo de trabajo y qué no.
En otros casos, el registro manual no funciona. Cualquier empleado podría estar falsificando el horario de trabajo, registrando un horario de trabajo normal cuando en realidad está haciendo horas extraordinarias sin remunerar.
Por todo ello, y por el momento, el registro horario está siendo un auténtico fracaso. Lo que mal empieza, mal acaba, y esta medida tiene visos de no terminar bien.