Durante los últimos años la economía española ha tenido una serie de factores que le han beneficiado notablemente. Uno de ellos ha sido una inflación negativa o cero en los últimos años, que ha hecho que los salarios se moderaran para las empresas, sin subidas, al menos nominales. Pero la inflación está de vuelta y esto afectará a los salarios y competitividad de las empresas.
Porque esto significa que hay que negociar una subida de salarios en los próximos años, y el gasto laboral para las empresas sube. A la vez alguno de los productos responsables de un IPC bajo como los carburantes parecen haber llegado a su fin del suelo de precios y empiezan a repuntar. Eso para un país dependiente de la exportación del petróleo como el nuestro es fundamental para la competitividad de las empresas.
Los costes de energía y laborales son los que van a subir posiblemente el año que viene y las empresas tienen que estar preparadas para asumir esta subida sin perder competitividad. Por otro lado este ciclo económico ha devuelto el crédito a la empresa que si ha sabido aprovecharlo supondrá una mejora en sus ingresos con los nuevos proyectos que se han puesto en marcha.
La parte positiva es que se espera que los datos de empleo sigan mejorando, razón por la cual el consumo interno seguirá mejorando al disponer las familias de una mejora en sus rentas, simplemente por el hecho de tener más miembros como trabajadores activos y con ingresos regulares.
Lo cierto es que supone un nuevo escenario al que debe adaptarse la empresa. Y todo ello con algunas incógnitas en la economía global en el horizonte, como el Brexit o la presidencia de Trump que no sabemos el alcance que tendrán en la economía global y la española en particular. Esto para un momento donde muchas empresas se han lanzado a exportar, realizando inversiones para llegar a nuevos mercados puede ser todo un problema.
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