En España, la AEAT ha digitalizado gran parte de sus trámites electrónicos gracias al certificado digital, pero todavía hay un notable grueso de usuarios que sigue presentando declaraciones, pagos y todo tipo de "papeleo" en formato físico.
Por esta misma razón, quizá lo que ha ocurrido esta semana pasada con la contabilización de votos en EE. UU. todavía parece lejano para nuestro país, aunque quizá menos de lo que creemos. En dos condados de Nevada, Clark y Washoe, quedaron miles de votos sin contabilizar (rechazados) debido a las firmas de los votantes jóvenes, que no se parecían en nada a las que habían usado para su inscripción.
Responsabilidades analógicas
Según The New York Times, el pasado lunes, todavía habían más de 13,000 votos por correo rechazados en Nevada, lo que podría haber llegado a influir en los resultados de este estado clave.
La principal razón del rechazo fue la imposibilidad de validar las firmas de una mayoría de votantes jóvenes, que no coincidían con la firma digital almacenada al cotejarlas con aquellas utilizadas en sus hojas de votación.
La explicación, en realidad, es simple. Mucha gente joven firmó sus permisos de conducir en un dispositivo electrónico para la DMV (Department of Motor Vehicles), o sea, la DGT estadounidense, y esta quedó registrada como la rúbrica oficial. Cabe decir que, estas firmas se parecían como un huevo a una castaña a las que utilizaron hace solo unos días.
El secretario de estado de Nevada, Francisco Aguilar, comentó que esta discordancia ha supuesto la necesidad de revisar firmas antes del martes, 12 de noviembre, una semana después de las elecciones.
Tiempos digitales
Aguilar expresó su preocupación por el estrecho margen en los resultados de Nevada, por lo que se maximiza la importancia de aquel viejo dicho: cada voto, cuenta. En relación con esto, Twitter (ahora, X) ha abierto un debate sobre enseñar a escribir en cursiva, el uso residual de las firmas a mano y la casi total digitalización de los compromisos diarios y burocráticos.
La realidad es que no solo muchos jóvenes no están ya acostumbrados a firmar y repetir sus firmas, sino que otras personas se quejaban de lo mismo, alegando la falta de procesos en los cuales esto es necesario.
Por ejemplo, en Estados Unidos, la IRS permite presentar la mayoría de impuestos de forma electrónica, con firma digital, incluyendo formularios comunes de ingresos y deducciones, donde más del 90 % de los contribuyentes ya optan por esta vía.
En España, esta cifra es menor, pero se estima que ya alcanza el 70 % de los trámites con la Administración Pública, así como más del 90 % ha realizado algún trámite en formato digital este último año.
Firmar es ¿cosa del pasado?
Se abre aquí un debate creciente, que podríamos resumir en "Firmo toneladas de documentos, hojas de horas, formularios de gastos, declaraciones de impuestos, etc. TODO con firma electrónica", como explica @MTorganizer.
Es posible que la clave sea esta, en EE. UU. y en Europa, y es que cada vez estamos menos acostumbrados a firmar documentos formales (la generación Z, que apenas ha firmado un par de veces en su vida, todavía más). La familiaridad, para la gente menor de 30 años, se traduce en el medio digital: no se practican firmas y cada vez es más común automatizar procesos.
¿Qué papel tiene el estado? ¿Pasaría lo mismo en España? Lo cierto es que no lo sabemos, porque nuestro sistema de votación por correo es distinto al norteamericano. Aquí debe solicitarse con antelación, pero no requiere de firma manuscrita, aunque sin duda los trámites con firma también son escasos en Europa desde hace más de una década.
El cambio hacia una digitalización total de los procesos se está acelerando en todos los sectores: tanto por la demanda de una mayor eficiencia como por la búsqueda de procesos más rápidos y accesibles.
La Agencia Tributaria, con la identificación Cl@ve y los certificados digitales, es el ejemplo perfecto; en EE. UU. están en amplia expansión de un sistema homónimo: Direct File, para enviar formularios de impuestos en línea.
Todo ello, sugiere un cambio en la forma en la que interactuamos con el estado, donde lo digital terminará conquistándolo todo, tanto en lo que se refiere a la Administración pública como a nivel empresarial.
Así, ¿tiene sentido intentar dar una vuelta de tuerca y volver a las tradicionales rúbricas en los próximos años (asumiendo que este fenómeno ocurrirá más y más) o terminaremos por digitalizarlo todo?
Sin poner la mano en el fuego, todo apunta a lo segundo.