La empresa es un ente complejo, en el coexisten colaboradores más proactivos y otros que se ‘aprovechan’ de los anteriores para el logro de sus objetivos de una manera egoísta. En este sentido hoy quiero ahondar un poco en esta cuestión, porque en algunas ocasiones, como contrapartida a la hora de mostrar una buena disposición para ayudar en tareas y problemas que no nos afectan directamente, se acaban interpretando de manera interesada como ‘normales’ en lugar de ayuda ‘extraordinaria’ en un momento determinado. Y lo que es más grave, llegándose a percibir como ‘gratuitas’, tal y como si no nos costara nada ni tuviéramos que renunciar a nada por atender la petición en cuestión.
Dicen que con el tiempo los profesionales se vuelven más ásperos y escurridizos, y no me extraña en absoluto cuando todos tenemos en la cabeza antecedentes de este tipo. En cualquier caso es una pena que así sea, pero por lo menos es un mal que tiene remedio, pero, ¿cómo podemos protegernos?
Pues bien la cuestión está en ‘educar’ a nuestros usuarios o colaboradores, cuidando la forma en la que colaboramos y dejando claro en todo momento lo que requiere nuestra ayuda con carácter extraordinario y lo que no, evitando de este modo que acabemos asumiendo como propias tareas que el peticionario puede realizar por su cuenta.
Es muy importante tener en cuenta este detalle porque de lo contrario nos pueden ‘arrasar’ y acabar descuidando nuestro cometido para alimentar la carrera y el ‘ego’ de otros que se intentan beneficiar con nuestro trabajo. No obstante por ruda que parezca no es una situación irreversible, ya que una vez que percibamos que se da (aunque lleve tiempo manifestándose) puede corregirse con un plan de acción con los interlocutores adecuados.
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