La Seguridad Social ha pagado hoy 435,36 millones de euros a una estimación de 469.320 trabajadores autónomos a los que les ha sido reconocida alguna de las prestaciones puestas en marcha para paliar la situación de este colectivo como consecuencia de la pandemia de la COVID-19. Pero ¿son ayudas o indemnizaciones lo que reciben los autónomos?
Una ayuda es algo a lo que realmente no tienes obligación. La RAE define ayudar como "prestar cooperación" en una primera acepción y "auxiliar o socorrer" en la segunda. En este sentido si se trata de ayudas las cantidades que perciben los autónomos de la Seguridad Social. Pero en la mayoría de los casos los autónomos ya cotizaban por el cese de actividad. Acreditan tener pérdidas suficientes cómo para poder cobrarlo. Igualmente hay más manga ancha, porque en muchos casos llevan ya más de un año cobrando y son pocos los que habían cotizado el tiempo necesario para prolongar esta prestación tanto tiempo.
Si hablamos de indemnizar, la RAE lo define como "resarcir de un daño o perjuicio, generalmente mediante compensación económica". Sería el caso de aquellos que están obligados a cerrar sus negocios por la situación sanitaria. O trabajar con muchas limitaciones. Y la realidad es que en este caso sería una compensación por esta obligación del cierre. No tanto una indemnización, porque en ese caso tendría que valorarse el dolo ocasionado, y esto no está ocurriendo.
A los autónomos no se les está pagando un porcentaje de las pérdidas que han acreditado. El dinero que reciben entre unas cosas y otras apenas les llega para mantener los negocios abiertos. Y sobreviven en muchos casos a base de endeudarse. Como indemnización sería del todo insuficiente.
Sobre todo las cantidades que perciben, o que no tienen que pagar, sobre todo son muy escasas. No compensa en absoluto las pérdidas ocasionadas. Y esto en los negocios que están afectados directamente, porque los que lo son indirectamente lo tienen peor todavía, porque pueden abrir pero no facturan.
Y para colmo llegan muy tarde. Estas ayudas tendrían que haberse puesto encima de la mesa una vez que se evaluó la situación y se vio que no iba a ser un paréntesis de un par de meses, sino que se prolongaría más de un año en el mejor escenario y sus efectos perdurarían a lo largo del próximo lustro.
Esta crisis deja cicatrices complicadas de curar. Y puede que muchos ni siquiera consigan sobrevivir. Lo peor es que muchos hubieran preferido bajar la persiana hace un año de haberlo sabido. Pero ahora están atrapados y lo único que les queda es seguir adelante y esperar que todo mejore cuanto antes o ir a concurso de acreedores más pronto que tarde.