Las peluquerías y centros de estética sufrieron hace unos años un cambio por el que dejaron de pasar de tributar por un IVA reducido del 10% al tipo general del 21%. Con la crisis provocada por el COVID y muchos negocios muy necesitados de ayudas reclaman volver a su estatus anterior. Lo tienen muy complicado. Porque el IVA reducido se aplicará en menos actividades y Bruselas lleva años presionando para conseguirlo.
Y ahora que llegan los fondos europeos que van a permitir el impulso imprescindible para la reactivación económica, tienen la posibilidad de presionar al Gobierno para que aplique las reformas necesarias y se cierren los agujeros de la recaudación del IVA. Lo que se busca es que las actividades y productos que tengan IVA superreducido y reducido sean los mínimos indispensables.
Un salto demasiado grande para asumirlo en la facturación
El problema viene porque hay diez puntos entre estar en un tipo de actividad u otra. Esto implica que hay que subir precios si ocurre, lo que acaba por repercutir en facturación. Menos gente tendrá la posibilidad de adquirir un producto o servicio, o lo hará en menor cantidad. Por eso siempre se que se ha hecho un cambio en un sector ha generado polémica.
En este sentido tampoco se puede descartar una vía intermedia, que implique la subida del tipo reducido. En lugar de sacar a determinados sectores, se deja como hasta ahora pero se suben los tipos. Esto fue lo que ocurrió con el último retoque al sistema realizado en su momento por el Gabinete de Rajoy.
Sería el mal menor y una fórmula que podría contentar a Bruselas, sin provocar protestas de los sectores afectados. Si a un bar le dan a elegir entre poner un tipo del 12 o 13% por servir una cerveza o pasar al 21% está clara cual va a ser la elección. Más allá del empleo que generan determinados sectores, como la hostelería, es muy complicado justificar que sigan teniendo este IVA reducido.
Impuestos al consumo, impopulares pero eficientes
La realidad es que el IVA es un impuesto muy impopular, porque no depende de la renta. Sin embargo es muy eficiente y muy fácil de recaudar, sobre todo porque son las empresas las que ejercen de agentes recaudadores. Al ser un impuesto al consumo, todo el mundo paga lo mismo sin importar el nivel de renta.
Y es aquí donde parece que es más injusto, aunque no debe ser necesariamente así. Es mejor tener un IVA con mejor recaudación, con mucho más eficiente y que esta mejora en los ingresos se utilice para aplicar las medidas correctivas que permita reducir la desigualdad social o poner los recursos necesarios para financiar servicios públicos.
Nos duele pagar el impuesto de la RENTA mucho más de lo que pagamos en carburantes. Y sin embargo para la mayoría de la gente el segundo es mucho mayor que el primero. No queremos pagar en primera persona, pero si pagamos en general parece que no nos duele tanto.
En este sentido, la puesta en marcha de peajes en autopistas para pagar el mantenimiento de la red viaria es el mejor ejemplo. Nadie quiere, todo el mundo en contra, pero si en lugar de eso se añade un céntimo más al impuesto de carburantes, pocos lo notarán, la recaudación será similar y nadie se queja. Y esto es lo que ocurrirá con el IVA, se subirán tipos y alguna actividad o producto menor saldrá del tipo reducido. Todos pagaremos más, pero no nos quejaremos tanto.