En España las empresas con menos de 10 trabajadores son prácticamente el 95% de nuestro tejido empresarial y aportan un 40,8% del empleo. Esto que podría parecer una gran noticia lo cierto es que da algunas muestras preocupantes de la capacidad de la empresa española para crecer. Las microempresas cuentan con una serie de limitaciones que en muchos casos son un problema a medio plazo.
Empezando por el acceso a la financiación o el margen de maniobra con el que cuentan a nivel financiero. Una empresa pequeña tiene complicado superar una serie de impagos sistemáticos y puede llegar a colapsar con facilidad. Un ejemplo lo tenemos en la reciente crisis económica, que ha golpeado con fuerza sobre todo a los más pequeños.
Los datos de la OCDE publicados en el informe “Entrepreneurship at a Glance 2017”. En dicho informe las cifras más bajas corresponden a cifras como Gran Bretaña, Japón o Estados Unidos, debido a la importancia que tienen en ellos la gran empresa. En España no es que la gran empresa sea débil, sino sobre todo que la mediana empresa tiene poco peso en la economía. Hablamos de empresas de más de 50 empleados y hasta 250.
Ser pequeños supone muchas veces problemas a la hora de organizar el trabajo. Una baja laboral en una empresa de 10 empleados supone un problema al no contar con el 10% de los recursos laborales. También el ser pequeñas muchas veces implica que las empresas están menos auditadas o una política de toma de decisiones que puede ser más complicada, sobre todo si hay varios socios.
También es un problema a la hora de generar empleo, ya que es complicado para la empresa tomar la decisión de contratar a alguien más. Se medita mucho más incorporar alguien más por su efecto en la cuenta de resultados. Implica aumentar los costes laborales de forma notable, por lo que tienen que tener ingresos garantizados o un aumento de producción notable.
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