Maus llevaba escuchando treinta minutos de monólogo de su nuevo cliente y comenzaba a sentir un sueño bastante inapropiado, dadas las circunstancias. Se removía en el asiento y no sabía cómo explicar que ya había entendido el problema, pues cuando levantaba el dedo, su interlocutor giraba sobre sí mismo y seguía hablando solo. Se llamaba Martín y tenía un problema en su empresa ya que se había propagado un rumor en la empresa y quería descubrir su origen.
Sus sospechas se dirigían hacia Eusebio, el contable, y no paraba de explicar su extraño comportamiento y la tensión existente entre ambos, aunque reconocía que era el mejor en su trabajo. El rumor trataba sobre un supuesto fraude fiscal y el contable parecía el adecuado para propagarlo. Ahora solo necesitaba pruebas.
Maus fue paciente y tras dormir incontables minutos con los ojos abiertos, le solicitó reunirse con el contable a solas, con el fin de determinar si tenía relación con la difusión de aquel dañino rumor. Tras expresar su deseo de estar en la reunión, Martín aceptó las condiciones del asesor.
Una entrevista muda con el despacho del contable
Una secretaria le invitó a entrar en la oficina de Eusebio para que esperara por el entrevistado. Declinó la oferta de sentarse y quedó observando la habitación, ordenada de forma meticulosa y con una decoración escasa, lo cual causaba un ambiente casi aséptico e impersonal.
Miró los papeles sobre su mesa y solo uno parecía irrumpir la perfecta alineación que existía entre todos los documentos. Se trataba de un post-it que decía: “Llamó tu mujer, no dejó recado”. Con indiferencia, la mirada de Maus observó la silla del contable y consideró que era mucho más cómoda que la del invitado, por lo que tomó asiento en ella.
Delante de él quedó el ordenador con un fondo de pantalla en funcionamiento en el que se veían fotos de barcos sobre un mar en calma. Aburrido y sin cuadros que mirar, observó la pared de enfrente. Una ventana dejaba ver toda la entrada de la empresa, menos una esquina debido a la inapropiada colocación de una planta en el suelo.
Aquello le dio una pista sobre la que empezó a meditar, pero el sonido de la puerta rompió sus pensamientos. Eusebio descubrió a Maus sentado en su silla, por lo que su cara dibujó sorpresa y un cabreo contenido por la corbata gris que apretaba las venas de su cuello:
- ¿Qué hace?
- Disculpe, esta silla parecía muy cómoda y llevo como una hora durmiendo en una bastante dura. Tengo problemas de espalda ¿sabes?. – Maus se puso en pie y golpeando la silla se la ofreció a su legítimo dueño, que con gesto incrédulo le invitó a sentarse en la silla enfrente suyo.
- Bueno, usted dirá. Supongo que se trata sobre el rumor, pero ya le digo que no tengo nada que ver.
- Por supuesto. Disculpe ¿tendría algo de agua? – Eusebio pulsó el interfono y pronto apareció la secretaria con un vaso de agua. Sin dar las gracias y molesto por la presencia de Maus, el contable continuó hablando con un tono de voz seco y algo nervioso.
- Creo que ya no tengo nada más que decir. No he hecho nada, soy un profesional pese a las diferencias que tengo con Martín.
- Bueno, entonces me voy. No tiene sentido gastar saliva.
- Ah… bueno… Bien, gracias por su comprensión. – Eusebio le acompañó a la puerta con amabilidad pero aún confuso.
- Una cosa más ¿me dejaría su tarjeta? lo mismo tengo que llamarle, si surgen nuevos datos o algo por el estilo. Imagino que usted también querrá aclarar todo esto.
- Por supuesto, no hay problema. – Abriendo su cartera, le ofreció la tarjeta a Maus que miró el papel por ambos lados.
- ¿Me podría apuntar el teléfono de su casa? Trabajo con horarios un poco raros y aquí solo viene la extensión de su oficina. Le juro que no llamaré de madrugada, jeje – El contable agarró la tarjeta con incomodidad y anotó su número, preguntando si no prefería el móvil – No, gracias, llamar a fijos me sale gratis.
- Buenas tardes. – La puerta se cerró detrás de Maus y este se retiró rápidamente pues prácticamente tenía todo lo que necesitaba.
El largo y confuso origen del rumor
Dos días después, Maus volvió a reunirse con Martín y aseguró conocer el origen del rumor, pero que necesitaba un momento para explicarlo correctamente, sin interrupciones. Pese a la petición, su cliente parecía impaciente y sorprendido por su descubrimiento “fue Eusebio ¿verdad?”:
- Mire, cuando entré en el despacho del contable, era evidente que estaba ante un hombre meticuloso… metódico. El orden de la oficina era increíble, rozando lo obsesivo. Sobre todo para una persona que maneja la cantidad de documentos que se generan aquí. En ese momento pensé que Eusebio debía saber perfectamente todo lo que se mueve en la empresa y que sin duda sus compañeros debían pensar lo mismo. Esto lo hacía un buen sospechoso, no se lo niego, pero algunas cosas me hicieron cambiar de opinión. Disculpe ¿podría pedirle un vaso de agua?
- Por supuesto, pero no pare. – Dijo Martín, contrariado por lo que estaba escuchando y pulsando el comunicador para solicitar la bebida. En cuanto llegó la secretaria, Maus le instó a no marcharse al hacerle una pregunta.
- Usted dejó una nota a Eusebio diciendo que le había llamado su mujer ¿verdad?
- Claro, es mi trabajo.
- Sin embargo, el número de teléfono de la casa de Eusebio no consta en las llamadas entrantes desde hace meses, de hecho solo hay unas pocas llamadas internas. Por eso solicité acceder a la lista de llamadas, Martín. Cuando vi la nota pensé que si yo fuera el contable, me resultaría molesto verla allí, colocada de cualquier manera sobre mi inmaculado escritorio y algo me dice que él se lo habría hecho saber a usted.
- No entiendo, eso es absurdo. Solo he hecho mi trabajo – dijo la secretaria frunciendo el ceño y con un tono de voz apagado.
- Voy a ser claro. Eusebio es muy metódico, pero incluso una persona así deja espacios para su familia cuando tiene su propio despacho, aunque sea un regalo de sus hijos o una foto de su mujer…algo en el fondo de pantalla del ordenador, quizás ¿no le parece?. Cuando Eusebio abrió la cartera para darme su tarjeta, vi una foto suya con su esposa e hijos, pero en el despacho… nada. Entonces, me fijé que la planta de la oficina estaba descuadrada respecto al marco de la ventana y forzosamente desplazada. Me di cuenta de que había sido situada para que no se le viera desde la mesa de la secretaria cuando él estaba en el despacho. ¿Entiende hacia donde voy?
- Yo…
- Pero bueno ¿hacia dónde va, Maus? – exclamó cansado su cliente.
- Eusebio intenta mantener el orden en todo, pero se encontró con algo que no pudo manejar. Posiblemente una relación amorosa o sexual con la secretaria, algo que sin duda removería el orden de su vida. El hecho de mantener la imagen de su familia en la cartera, pero no en la oficina, me muestra que quería mantener separados ambos mundos, seguramente por el sentimiento de culpa. No tuvo llamadas de su mujer en meses, lo cual me indica cierto distanciamiento, aunque lo que más me preocupó fue la nota que decía “le llamó su mujer…”. Si estoy en lo cierto, es normal que Eusebio se encuentre ese mensaje en su mesa, como venganza de la señorita aquí presente, ya que él quiso volver al orden rompiendo la relación extra-matrimonial, aunque ella sigue recordándole lo que ocurrió, el daño que le hizo y la mala relación que tiene con su esposa. Toc, toc ¡es el caos llamando a Eusebio! Cuando pedí un vaso de agua en aquel despacho, fue patente el distanciamiento entre ambos, además de cierta rabia, evidente cuando ella dejó el agua sobre la mesa, aplastándolo y dejando caer algo de agua… desconozco si se dio cuenta o si lo hizo adrede, pero la tensión era evidente.
- Dios mío, Maus. Aún siendo verdad esa divagación enfermiza ¿qué tiene que ver con el rumor?
- ¿No me sigue? El contable y la secretaria mantuvieron una relación íntima de confianza. Seguramente hablaron de usted, compartieron críticas…. incluyendo información confidencial sobre un fraude fiscal. De hecho creo que no me llamó por la difusión de una mentira, sino para evitar que se conozca una verdad. ¡Lo mismo que les pasó a ellos! no podían descubrir su situación para evitar tener problemas laborales y en el caso de Eusebio, también familiares…algo que terminaría por romper su matrimonio. Por eso estamos ante un conflicto oculto que ella combatió con el rumor.
- No entiendo por qué iba ella a difundir el rum… – miró a la secretaria, que estaba roja de rabia, pero aturdida por una deducción totalmente acertada.
- No quiero que me diga si cometió o no el fraude, pero entienda que ella solo pretendía que usted cargara contra Eusebio para así finalizar su venganza personal. Creía que el fraude era algo real, pese a no tener más certeza que las palabras de su ex-amante… eso sí, en caso de serlo, usted solo sospecharía de la otra persona que lo podría saber… el contable, y posiblemente lo despediría. Ahí comenzaron los conflictos entre Eusebio y usted ¿verdad? En cuanto le indujo a cometer fraude que él no aprobaría nunca. Sin embargo fue ella quien usó su posición en la empresa para extender el rumor. Y ahí fue cuando usted contactó conmigo.
Eusebio fue llamado al despacho, por lo que ahora se reunía un director fraudulento, un contable adultero y una secretaria vengativa. Maus se levantó y se desentendió de la decisión que debía tomarse en ese despacho, aún creyendo que el jefe era el principal culpable y que necesitaban pactar.
En realidad no era de su incumbencia y solo había podido demostrar algunos indicios, aunque los ex-amantes se sentían claramente sobrepasados por la fidelidad del relato, no pudiendo negarlo yexplotando en una confesión airada llena de reproches. Al asesor, todo aquello le pareció demasiado típico. El lío con la secretaria… un clásico, pero lo que le extrañó de verdad es que nadie le había preguntado por su extraño nombre… Maus.
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Imagen | Germán R. Udiz