Con los pies en el mar y la mirada perdida en el horizonte se encontraba Don Julián, entrelazando sus manos por la espalda y luciendo su gran barriga cervecera con el orgullo con el que un león muestra su melena. Su bañador de slip negro no dejaba mucho a la imaginación pero él parecía estar completamente absorto en la feliz calma proporcionada por sus vacaciones.
Detrás de él su hijo estaba construyendo castillos de arena mientras su mujer trataba de abrir un tupper de forma desesperada, pues se le resbalaba a causa de la crema solar que rebosaba por todos sus poros. "Cariño ¿me ayudas?" le pidió a su marido, que como si acabara de ser activado por una gran corriente eléctrica se dio la vuelta con un gesto serio y concentrado.
Qué tranquilito se está es la playa... o no
Antes de poder observar el tupper relleno de deliciosas croquetas recalentadas por el sol no pudo evitar fijarse en su pequeño. "Hijo, estás haciendo mal la masa para el castillo. Tienes que añadir más agua o no aguantará una planta más... y por cierto, el foso necesita más profundidad... la marea está subiendo, hijo. Tienes que ser más previsor... The Winter is coming!"
Su mujer reconoció el gesto de su marido e intentó apagar su insoportable "modo de trabajo" para devolverlo al modo de "hibernación" mediante una sencilla y reconocida frase: "No te preocupes, ya lo hago yo". El intento fue vano pues Don Julián ya había atrapado el tupper con sus grandes manos de oso y abriéndolo había extraído la primera croqueta a la voz de : "quita, quita".
Mientras disfrutaba del manjar alzó su mirada como un gato al acecho. Su mujer intentó calmarle añadiendo: "venga, túmbate un poco" pero era evidente que todos los intentos habían fracasado.
- Maldito Gutierrez... miralo allí tan tranquilo. El muy... - miró a su hijo, que trabajaba a destajo, y se comió el improperio junto al último trozo de la croqueta- nos debe más de 2.000 euros y aquí está tan a gustito.
- Julián, déjalo...estamos de vacaciones.
- ¡Pero mírale! Ahí con toda la calma del mundo. Y lo peor es que tres tumbonas más allá está Gómez, nuestro encargado de cobros... ¿le ves hacer algo? porque yo solo le veo tocándose los... - de nuevo la presencia de su hijo le hizo callar.- ¡Gómez, sin vergüenza!
- Julián ¡ya está bien! ¡Siéntate! ¡Sit! ¡Platz!
- ¡Estáis todos despedidos! ¿Me oís? ¡Despedidos! - gritó mientras se sentaba sobre su toalla.
- ¡Contrólate Julián!
- Papá... ¿estoy despedido? - añadió su hijo con una mirada dramática mientras no sabía si soltar el rastrillo de plástico.
- No, hijo. Tú sigue con el foso, que la marea está subiendo.
Durante unos segundos se hizo el silencio y solo las gaviotas parecían reírse desde el cielo pero la vena palpitante del cuello de Julián dejaba bien claro que todavía no había pasado la tormenta.
- Debería llamar a Dolores.
- ¿Qué dices, cariño?
- Debería llamar a la oficina.
- Ah ¿quieres otra croquetita? Porque como te acerques al móvil te juro que lo empano en arena y te lo comes por vía inversa.
Aquella amenaza pareció amansar a Don Julián, que pasando al lado de su hijo (que seguía envuelto en una guerra absoluta contra la marea) volvió a poner sus pies a remojo reposando sus manos en la espalda.
Tras un suspiro añadió: "Qué bien, el solito, el relax...la desconexión total...". Su mujer observó la escena y llamó a su hijo para susurrarle al oído "Cari, ayuda a mamá a abrir el tupper... que me apetece otra croqueta"
En Pymes y Autónomos | Humor
Imagen | Germán R. Udiz