Cada día, desde que iniciamos nuestra jornada laboral hasta que la terminamos, recibimos y enviamos un buen puñado de correos electrónicos, y la mayoría de ellos con un fuerte componente informativo y no de gestión.
Y esto sucede porque en muchas ocasiones no se toma partido en la resolución de los problemas de los que tenemos conocimiento, escudándonos en que informando a un tercero, que creemos que puede ser el brazo ejecutor, sería suficiente.
Una estrategia que además de ser ineficaz, aumentaría el tamaño de los problemas al dilatarlos en el tiempo, y no solo eso, sino que pondría en peligro la consecución de los objetivos adquiridos tanto para este proyecto, así como otros que ya se hayan planificado.
En definitiva, de lo que se trata es de reflexionar sobre nuestra acapacidad operativa ante la información, debiendo actuar con mayor incidencia sobre aquellas cuestiones que se ubiquen en nuestro ámbito de responsabilidad, y agilizar aquellos otros que logremos encasillar en otros equipos y/o departamentos, mediante su puesta en conocimiento.
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