El último caso que he descubierto es el de una agencia de publicidad. En su página web encuentras una coherencia entre lo que ofrecen y sus trabajos. Pero destacan que pueden llevar tu comunicación en las redes sociales, que éstas son fundamentales. ¿Ellos? No actualizan las suyas desde el verano.
El número de empresas, tanto grandes como pequeñas, que deciden crear una página en Facebook, abrir una cuenta en Twitter o colgar fotografías de sus productos en Pinterest crece. No seré crítica con quien lo hace para lograr visibilidad y comunicarse con sus clientes.
Pero que ofrezcas un servicio y en una búsqueda por Google aparezca que no te molestas ni en actualizar tu propia red social, es decir la de tu empresa, es incoherente.
Como si te declaras vegetariano, montas un restaurante ídem y luego en tu página en Facebook te pasas los días subiendo platos de carne a la brasa. No tiene sentido.
Lo peor de estos casos es que se trata de empresas dedicadas a la comunicación, es decir, se da por hecho que están al día, que saben que una red social no es un escaparate, y que a la gente (a los clientes) no le gusta leer "qué buenos somos" como única aportación.
En el sector de la publicidad y la comunicación, exceptuando casos loables donde saben moverse en distintos escenarios, la red social queda para exhibir lo buenos que son (premios, conferencias...) y alguna que otra imagen donde los componentes del equipo hacen alguna gracia.
¿Dónde queda la eficacia que no está reñida con el sentido de humor? En algunos casos sencillamente no se expone al cliente.
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Imagen|Juan Manuel Alijo Lebrón