Siempre están ahí. Ayudan a resolver conflictos laborales. Su papel es fundamental cuando surge una crisis. Arriman el hombro cuando el trabajo se acumula. No calientan la silla pero si no estuvieran se les echaría de menos. Son esos empleados o colaboradores que permanecen en un segundo plano. A veces elegido y otras no.
En una sociedad donde aparecer en la foto, que nuestro nombre figure en cualquier evento, sea más o menos relevante, que una persona se mantenga en un lugar discreto es digno de admirar.
Cuando estar en un segundo plano no resulta gratificante
Hay ciertos trabajos que se prestan a estar en un segundo plano forzoso. Por ejemplo en el gremio de los redactores. Escriben textos ingeniosos para marcas y normalmente nadie sabe de su autoría. Hasta ahí, bien. El problema viene cuando se escribe para otra persona.
Algunos redactores de agencias de prestigio, como ya tienen su cuota de ego cubierta, no les importa escribir artículos, incluso libros para que otros se lleven los aplausos. Esperpéntico pero real. Al fin y al cabo, Alejandro Dumas tuvo su propio negro literario. Aunque le salió mal la jugada.
El síndrome de Maquet, el negro literario de Alejandro Dumas
De todos es conocida la historia de Maquet, un profesor de historia al que le gustaba escribir literatura, un día un amigo le recomendó a Dumas para que le ayudara con la parte editorial. Dumas reescribió la obra llamada La noche de Mardi Gras, y le cambió el nombre a Bathilde.
Como la obra fue un éxito, Maquet le entregó más obras a Dumas. Cuando le entregó la novela Le Bonhomme Buvat, Dumas la convirtió en una serie por entregas llamada El caballero de Harmmental.
La editorial decidió escribir solo el nombre de Dumas, y borrar el de Maquet, pues consideraban que de esta forma sonaba más comercial. Ahí empezó el calvario para Auguste Maquet.
Cuando la avaricia y el ego ciegan al ¿impostor?
Con el tiempo, Dumas se hizo famoso y Maquet se convirtió en su esclavo literario, ya que parte de sus grandes obras estaban escritas a dos manos, pero a Dumas ya no le apetecía ni pagar bien ni que se supiera de la existencia del francés.
En las empresas ocurre lo mismo, la carga de trabajo es tal que siempre hay un alma no caritativa sino con talento y eficaz que hace el trabajo de quien firma, pero pasa desapercibido.
Con los años, Dumas admitió que contaba con 76 colaboradores, en especial con Auguste Maquet, y esta confesión fue el momento adecuado para que éste reclamara lo que por ética y justicia era suyo, y ganó.
¿Toque mágico o falta de talento?
En el caso de Alejandro Dumas, nadie pone en duda su lado visionario para ofrecer las entregas por fascículos y el famoso "continuará en el siguiente capítulo".
Tenía un talento comercial y sabía dotar de encanto a los personajes, pero el trabajo duro no era obra suya. De hecho, sí confesó la cuestión de los 'colaboradores' fue porque sabía que iban a decir públicamente que él no era el verdadero autor de sus obras.
Tal vez no buscó jamás ese foco que lo iluminara porque amaba la literatura pero sí fue la primera persona que luchó por los derechos de aquellos que trabajaban como fantasmas para que otros se llevaran la gloria.
En la actualidad, existen agencias profesionales para que el mérito se lo lleve otro
Una de ellas es tunegro.com su creador, Antonio Pacheco es un hombre reconocido y de prestigio dentro del mundillo de la publicidad y el marketing. Y como no es un secreto, decidió que abrir una agencia llamando al pan pan y al vino vino, sería lo más acertado.
Él lo lleva con humor y muchos otros autores que trabajan en un segundo plano también. Pero en sus casos, ya tienen alguna que otra publicación y se dedican a escribir esos libros que de sobra sabemos que esa persona ha sido imposible que la redactara.
¿Qué haría llegado el caso si se viera en una tesitura como Alejandro Dumas? ¿Admitir que otra persona le escribe sus artículos o libros? Complicado.
Aunque lo realmente grave, es lo poco que se paga a esa persona que pone su talento a la disposición del que se lleva el aplauso.
A veces, es fácil olvidar que no es uno el que redacta y caer en la trampa de que siempre podrá contar con su negro articulista en pleno siglo XXI, pero el espíritu de Maquet sigue vivo.
Imagen|Pixabay