Hace unos años, especialmente en los años de la 'burbuja inmobiliaria', muchos empresarios (constructores en su mayoría) se vanagloriaban de las golosas rentabilidades que obtenían de los activos inmobiliarios y de los denominados 'bienes raíces' en su conjunto.
Unos activos que se caracterizaron por alcanzar grandes cotas de rentabilidad en un corto espacio temporal, un hecho que desvirtuó el valor del producto empresarial, llegando incluso a creer que el precio de estos se incrementaba sin adicionarles el más mínimo valor añadido.
Con la llegada de la crisis al sector, nos dimos cuenta que no era así en realidad, poniéndose en valor nuevamente el valor del esfuerzo para alcanzar nuestro beneficio objetivo.
Los últimos datos sobre la actividad inmobiliaria en España están comenzando a alentar un cierto cambio de tendencia, ya que en el primer trimestre del año las operaciones de compra-venta se incrementaron un 45 %, y los precios han llegado a repuntar un 1,6 % en el mismo período. De manera que algunos nostálgicos se han apresurado a apuntar que la recuperación del sector está en curso, pero seguramente no lo hará como antaño
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