Las empresas adscritas a la CEOE pueden convertirse en el chivo expiatorio de la crisis

A estas alturas de la película nadie se sorprende de que los ánimos colectivos cada vez se encuentren más crispados, intranquilos, e indagados, lo que les está llevando a buscar los culpables de esta situación colectiva, señalando a organismos que hace tan solo unos años eran todo unos 'abanderados' de la actividad económica, como por ejemplo la patronal empresarial CEOE.

En este sentido cada vez son más los que bien no sintiéndose representados con su gestión social, con las demandas que realizan, o con su gestión en las empresas que dirigen, se han decidido a herir sus intereses privados con reivindicaciones del tipo de no consumir los bienes y servicios de estos empresarios, y hasta boicotearlos.

En mi opinión, y sin ánimo de querer generalizar porque bien es cierto que no todos sus asociados manifiestan la misma actitud, esta organización ha de depurarse, porque actualmente no está sabiendo llevar de manera ejemplar el lugar que le corresponde en la sociedad, ahora que tantos ciertos aspectos son mucho más visibles y sensibles al sentir de nuestro tejido empresarial y de la sociedad en su conjunto.

Dicho esto, y a mi juicio, a la CEOE solo le quedan dos opciones, renovarse o morir, porque de repetir ciertos errores a futuro se convertiría en un destructor de confianza de guía para nuestras empresas, justo lo contrario de lo que es su finalidad natural.

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