Muchas veces en la empresa nos quejamos del coste de la tecnología que hemos implantado, que nos permite gestionar nuestro negocio, los pequeños inconvenientes que puede tener, etc. Pero lo cierto es que llega un día en que esta tecnología no responde como es habitual. Es entonces cuando empezamos a valorar el ahorro de costes que nos facilita su implantación.
No hablo ya de aquellos que suelen comentar cuando algún sistema o hardware no funciona "Esto antes con el papel no pasaba", sino de los demás que se dan cuenta del problema que supone para la productividad de la empresa. Es entonces cuando entran las prisas y se busca solucionarlo lo antes posible.
Es el momento donde tenemos que dedicar más personal para sacar adelante el mismo volumen de trabajo. Donde los costes de personal se disparan y no podemos hacer que la situación se prolongue por mucho tiempo, ya que esto implica empezar a pagar horas extra. Por eso es fundamental invertir tanto en hardware como software profesional que aguante el entorno de trabajo de nuestra empresa.
Si este cálculo se realizara antes de implantar la tecnología y luego una vez puesta en marcha seguro que no habría tantas pegas a la hora de mejorar sistemas, mantenerlos al día o contratar una empresa de mantenimiento que se ocupe de esta tarea por nosotros.
Pero muchas empresas no miran más allá del coste inicial de la inversión, no piensan en cómo les va a ayudar a rentabilizarla o durante cuanto tiempo podrán hacerlo. Mientras los problemas se puedan parchear o se saque adelante el trabajo, con horas extra que en muchos caso no se pagan, será complicado cambiar la mentalidad.
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