En los últimos años, como consecuencia de las rebajas de salarios que han experimentado muchos trabajadores del sector público, y de otros tantos de nuestra economía, a la par que las altas cotas de desempleo que se han alcanzado, y la reforma laboral, se está consiguiendo que el coste laboral sea relativamente bajo, retroalimentándose con el hecho de que ante la escasez de ofertas de trabajo, los españoles estén dispuestos a aceptar salarios más pequeños.
Estas circunstancias están consiguiendo un incipiente efecto llamada para algunas multinacionales a tierras patrias, un movimiento que llevaba algunos años sin manifestarse, y que ahora parece tomar cierto impulso. Como por ejemplo la reciente decisión de la farmacéutica americana Lilly, que abandona Alemania y se traslada a Alcobendas (Madrid).
Indudablemente, noticias como esta merecen una valoración muy positiva, porque tal y como están las cosas, el hecho de que una empresa decida instalarse en nuestro país es todo una bendición, porque contribuirán a la creación de empleo. Pero, ¿nos habremos convertido en la China europea como consecuencia de nuestros cada vez más bajos costes laborales?
Tal vez sea un poco precipitado hablar sobre esta cuestión, pero en la medida en la que las economías europeas más fuertes vayan consolidando cotas de crecimiento económico aceptables, es posible que en España se encuadren las actividades con menor valor añadido, que son precisamente las que son más sensibles a la variable precio, y quizás a futuro se convierta en un espejismo.
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