En las últimas semanas hemos leído y escuchado en los medios de información que este verano el sector hostelero de nuestro país ha experimentado un importante crecimiento, un mayor volumen que a penas a redundado en los beneficios ni tampoco en su rentabilidad.
Desde la llegada de la crisis económica a la economía real, y tras afectar a los países de procedencia de los principales flujos turísticos como Inglaterra, Alemania o Francia, los empresarios de la hostelería han tenido que bajar sus precios (aún subiendo sus costes) para acaparar a un consumidor en crisis.
Lo cierto es que esta política de precios se está prolongando en el tiempo, y conlleva que a pesar de un ligero incremento del volumen, los establecimientos sean menos rentables siendo mucho más complicado que hace unos años cerrar el año con beneficios, dificultando entre otras cuestiones la contratación de trabajadores adicionales en un sector intensivo en mano de obra y en el que es muy complicado aumentar la productividad.
El aspecto más negativo es que esta situación no tiene visos de mejorar a corto plazo, porque a pesar del incremento que ha experimentado la demanda de servicios turísticos, la repreciación a la que obliga la crisis económica está cambiando las perspectivas económicas, que se presentan inciertas por los propios derroteros de la economía y el presumible clima de estabilidad política en los países del norte de áfrica tras la primavera árabe.
En Pymes y Autónomos | El valor diferencial también en la hostelería Imagen | picsoflife