En una situación económica como la actual, más que vender mucho es mejor vender bien y cobrar. El aumento de la morosidad puede poner en peligro cualquier negocio por lo que es planteable controlar la solvencia de nuestros clientes antes de venderles o prestarles servicios.
La necesidad de ofrecer determinadas condiciones de pago diferido, el hecho de prestar ciertos servicios en los que el cobro se realiza al finalizar los mismos u otras situaciones similares suponen que la empresa tenga que destinar una serie de recursos para rentabilizarlos más adelante. Ante esto la posibilidad de impago hace que la estabilidad de nuestra empresa pueda verse comprometida.
La decisión es complicada ¿debemos arriesgarnos a trabajar con clientes de los que no tenemos referencias sobre su capacidad de pago? ¿debemos investigar este aspecto para no llevarnos una sorpresa posteriormente? La lógica nos dice que sí.
Hay diversas maneras para obtener esa información y puede ser de gran ayuda a la hora de establecer el límite de crédito que podemos otorgar a un cliente o la conveniencia o no de establecer una relación comercial con él.
Desde luego merece la pena, en determinados casos, realizar este ejercicio, ya que las consecuencias de un impago no sólo son las evidentes de la merma de ingresos sino que además hay que destinar recursos para la gestión de esos impagos, adelantar los impuestos correspondientes, intentar su cobro, etc.
Una buena gestión consiste en la optimización de los recursos de la empresa y anticipar, y eludir en la medida de lo posible, problemas futuros. La morosidad es uno de los más acuciantes actualmente, por eso es importante tener en cuenta con quién trabajamos y cómo nos paga.
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