Cuando recibimos una nueva responsabilidad en la empresa o emprendemos un nuevo proyecto fuera de ella, y hemos de dirigir a un nuevo equipo de trabajo, rara vez nos preguntamos si la forma en la que funciona es la óptima, dando por sentado que la distribución del trabajo que nos encontramos es la más adecuada, y no nos planteamos lo contrario puesto que nuestro predecesor lo ha entendido así.
Con ello no quiero decir que siempre haya que cambiar las cosas, porque lo habitual es que el anterior gestor haya realizado este ejercicio en base a razones con fundamento, pero en vista de que no en todos los casos tiene por qué ser así, hemos de analizar todas y cada una de las tareas en la nueva responsabilidad y conocer a todos y cada uno de los miembros del equipo, de tal manera que podremos sacar lo mejor de cada uno de ellos para alcanzar el mejor resultado.
Si la respuesta a la cuestión de si el equipo funciona correctamente ha sido negativa, necesitaremos reestructuralo, colocando al subordinado adecuado al frente de cada grupo de tareas, delante de las que mejor conozca y pueda alcanzar los resultados con un mayor grado de motivación en base a la mejor aptitud para conseguirlo.
Lo que tiene al mismo tiempo consecuencias muy positivas al permitir a muchos de ellos cambiar de funciones, sobre todo si llevan mucho tiempo realizando las mismas tareas, y también un mejor aprovechamiento de los recursos. Por tanto, cuando asumimos una nueva responsabilidad, no debemos limitarnos en preocuparnos por alcanzar los mejores resultados, sino también en cómo los conseguimos, y si podemos obtener lo mejor del equipo mejorando su funcionamiento.
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