Durante estos años de crisis, algunas veces motivado por el nerviosismo existente en el ambiente y en otras por la máxima del 'todo vale' para mantener el puesto de trabajo, muchos jefes no se lo piensan dos veces antes de 'molestar' a algún subordinado cuando este se encuentra de vacaciones. En algunas ocasiones por motivos con cuestiones de impacto que solamente puede resolver dicho empleado, pero en otras, también se hace sin ser urgente y cuando perfectamente puede ser atendida por otro colaborador.
En cuanto al empleado, esta actitud representa una actitud muy incómoda, ya que por un lado se debate entre su derecho legítimo a disfrutar de sus vacaciones, y por el otro lado el temor a no complacer a su responsable, poniendo en peligro su puesto de trabajo en una época en la que existe un récord de parados en la economía.
Como comprenderán esta situación tan controvertida puede darse por dos motivos, uno imputable al propio trabajador en el caso de que se haya marchado de vacaciones sin culminar con éxito o según las pautas convenidas un trabajo antes de su marcha de vacaciones. Y por otro lado, es posible que aún dejando el empleado todo listo, surjan preguntas asuntos no tratados a su debido tiempo o por nuevas cuestiones que puedan surgir en el desarrollo de los acontecimientos.
En el primero de los casos, esta llamada estaría totalmente justificada, porque en cierto modo, el trabajador no ha cumplido con lo prometido. Pero en los otros caso es una costumbre que el responsable ha de valorar detenidamente, sopesando si la urgencia del asunto a tratar merece proceder de ese modo, no existiendo una regla de decisión, si no que más bien debemos dejarnos guiar por el sentido común.
En Pymes y Autónomos | ¿Por qué en vacaciones ideamos planes ambiciosos?
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