Una de las ventajas de ser autónomo es la flexibilidad que tenemos para organizar nuestro trabajo. Esto implica decidir los horarios, cómo y cuándo trabajamos y también cuando nos cogemos vacaciones. Al menos en la teoría, porque en la práctica es totalmente diferente. Y ahora llegan las vacaciones para todos, menos para los autónomos que no se lo pueden permitir otro año más. Y no es algo que se pueda achacar a la crisis, ya que viene ocurriendo año tras año.
El principal motivo es económico. Muchos autónomos deberían generar durante once meses al año un ahorro que les permita tener un mes de descanso. Para la mayoría es una utopía. En el mejor de los casos se pueden permitir una semana sin facturar, y eso si la cosa está floja en los meses de verano.
Porque en otros casos directamente es inviable. La mejor opción para algunos que pueden trabajar desde cualquier lugar son las trabacaciones, un eufemismo para cambiar de aires, ir donde van sus amigos o familia, pero en lugar de bajar a la playa, toca quedarse sentado delante de un ordenador trabajando. Y todavía pueden dar gracias si consiguen organizarse para tener tardes libres.
El problema es que existe una parte importante del colectivo autónomo con unos ingresos realmente bajos. Son los autoempleados, en muchos casos apenas mileuristas que financieramente apenas se pueden permitir en muchos casos tener un mal mes de facturación. Un impago les puede poner en graves problemas.
En otras ocasiones aunque financieramente se lo puedan permitir, son sus clientes los que demandan una atención constante. Y si están solos, si no tienen empleados tienen que prestar un servicio a dichos clientes. Claro que aquí no es lo mismo ser electricista que diseñador web. Las vacaciones de uno y otro cambian de forma importante.
Y esto un año y otro y otro más hace que el peso de ser autónomo sea cada vez mayor. Si le sumamos fines de semana, jornadas de más de 8 horas como norma general es comprensible que muchos en cuanto puedan prefieran trabajar por cuenta ajena.