La primera impresión es la que cuenta. Esta aseveración puede parecer injusta. Sobre todo si la aplicamos a una persona en el día que acude a una entrevista de trabajo, por ejemplo. Pero en un negocio esa impresión debe ser tan positiva que quede en la retina del cliente una vez haya salido por la puerta.
Uno de los propósitos cuando comienza un nuevo año es la de mejorar la imagen de nuestro local. Pero para algunos pequeños comercios ese paso no se da nunca. O bien por desgana o bien por pensar que sus clientes de toda la vida ya están satisfechos y poco importa cuidar la pintura de la pared u ofrecer unos servicios extra.
Cuando en un barrio una peluquería, una pequeña tienda de comestibles lleva abierta al público muchos años, la tendencia es a relajarse. A no cuidar ni hacer un mínimo esfuerzo por ofrecer un lugar, cuanto menos acogedor.
Los barrios cambian, nuevos vecinos, culturas distintas conviven y se abren tiendas para una clientela diversa. Algunos pequeños negocios de este país, rozan la apatía e incluso les dicen a sus clientes que no tienen ganas de arreglar el local puesto que el barrio se ha degradado.
Un grave error, porque la degradación es relativa, de hecho ¿qué significa? ¿Que las tiendas de toda la vida han cerrado porque sus dueños se han jubilado? Este tipo de pequeño empresario, no ve más allá de su mostrador, normalmente reside en otra punta de la ciudad y como cree contar con la fidelidad eterna de sus clientes, piensa que le perdonarán todo.
Un buen servicio al cliente pasa por un trato exquisito, un ambiente limpio, atractivo y cálido. Donde den ganas de repetir y volver. Los clientes son fieles hasta que perciben esa dejadez y la lealtad es tan poco consistente como un hilo.
Si tú estás deprimido yo no tengo la culpa, sigo pagando por tu trabajo y en vez de invertir en que me sienta mejor, me hablas de lo mal que está el lugar donde resido pero tú sigues ganándote la vida con mi dinero, ¿por qué he de seguir viniendo?
Despreciar el lugar donde está ubicado tu negocio para no mejorar ni el servicio ni la atención no sólo hace daño al comercio sino al cliente, que es la pieza más importante. Ni la veteranía es un grado ni el relajarse es una buena estrategia.
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Imagen|Susana Fernández