Existen países donde antes de casi cualquier transacción, bien sea por un producto o servicio es costumbre el regateo. Y los que lo hemos vivido en directo sabemos lo difícil que para algunas personas no acostumbradas a ese modelo les resulta aplicarlo, pero sin duda uno que se considera un regateador nato, lo considera un modelo del que podemos sacar interesantes conclusiones.
No defiendo, ni creo que en nuestro sistema y en nuestra cultura funcionase el sistema de regateo en la adquisición de productos y servicios. Es más, tampoco lo promulgo e incluso creo que podría suponer un problema en muchos casos, pero sin duda el entender que un producto o un servicio no es nada más que algo que interesa vender a una parte y a la otra le interesa comprarlo, y que en consecuencia negociar es adecuado, lo encuentro interesante.
Nunca he creído en que nada es inamovible, en que nada se puede conseguir, es decir, siempre he creído que todo, todo, tiene un precio, ¿el precio? Tan sólo es pactarlo. Ni por arriba, ni por abajo, si uno compra un producto o servicio a un determinado precio es porque le interesa, y al contrario si alguien lo vende por bajo que parezca el precio es porque por algún motivo le interesa, de no ser así no se produciría la transacción.
En consecuencia, no creo entre precios caros o baratos, creo en oferta y demanda, alguien que ofrece a un precio y alguien que lo compra y punto. Eso no es regatear pero es establecer un precio de mercado, pues ese que vende bajaría el precio si nadie comprase a ese precio, y ese que se queja de que el precio es caro no compraría (exceptuando en algunos casos donde no tenga elección) en caso de no interesarle.
En Pymes y autónomos | Como subir tus precios en tiempos de crisis Imagen | Agencia de noticias de Acre